OPINIÓN | Jaime O. Salomón: Ignorantum fest
En el imperio incaico existía el Tucuy Ricoc que representaba al Inca como supervisor imperial y estaba encargado de las zonas asignadas para verificar el avance y cumplimiento de las disposiciones supremas. Cada uno tenía injerencia entre 4 y 7 km permitiendo el apropiado funcionamiento del Ayllu.
Hasta el año 2002 en Perú era el gobierno central el que actuaba directamente sobre cada región de nuestro país. Pero con la promulgación de la Ley de Descentralización es que el esquema actual de gobierno pareciera ser similar al del Tucuy Ricoc. Se suponía que cada gobernador y sus alcaldes se encargaban de su región, planificando, supervisando, verificando y cumpliendo las normas del gobierno central. Se aseguraba el desarrollo de las regiones y de los programas socioeconómicos de acuerdo al Plan Nacional de Desarrollo.
En el Perú de hoy existen 1874 alcaldes distritales que mantienen cercanía a los ciudadanos; que debieran trabajar en coordinación con los 196 alcaldes provinciales; y con los 25 Gobiernos regionales; todos alineados al poder ejecutivo (y 18 ministros).
Pero todo ello quedó en buenas intenciones. La alta rotación de ministros y la necesidad de tener políticas nacionales claras, así como la escaza experiencia de los elegidos y la falta de una mirada nacional, no les permite planificar apropiadamente. A la fecha la articulación es casi imposible por la falta de criterios uniformes en gestión gubernamental.
Así, la Ley de Descentralización requiere mejoras y mayor énfasis en educar a las diversas autoridades locales, provinciales, regionales y a los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, sobre el funcionamiento del Estado.
Se debiera buscar resultados nacionales alineados al bienestar social, tal que nos permita -en el tiempo- ser un país competitivo. Lo ideal es lograr articulaciones de manera espontánea (por buena voluntad) y de forma planificada (por nexos y correcciones). Pero la realidad es que no existe buena voluntad de las partes.
Un ejemplo es el trabajo del Estado sobre la anemia. Se podría articular apropiadamente entre ministerios y gobiernos regionales a fin de tener un plan de trabajo nacional, con apoyo de la empresa privada. Por ejemplo, tener huertos en cada comedor popular y en los colegios; tener proyectos de siembra de árboles frutales en las calles de las ciudades. Concentrarse en las zonas de pobreza rural y de alta conflictividad; desarrollar una lista de productos del agro y la ganadería con aporte nutricional, ubicación geográfica y señalando su aporte al PBI.
Otro ejemplo se da en las épocas de friajes (selva) y heladas (sierra) como consecuencia de los vientos fríos que vienen del Polo Sur. Siempre en esas fechas se envían frazadas a la población, cuando ya está enferma y hasta con neumonía; se pretende construir galpones para los animales (cuando muchos animales de la sierra no están acostumbrados a estar bajo techo) o enviarles kits veterinarios cuando el animal ya está enfermo (y no pueden hacer nada).
Ni que hablar de la educación de calidad, que es requisito indispensable para el desarrollo de las personas y de una sociedad igualitaria.
Se sabe en qué fechas se dan los problemas y todos actúan cuando ya están con el problema encima.
Se debiera tener un plan nacional (Gobierno Central, Regional, Provincial y Distrital) que permita que dichos fenómenos no afecten a los peruanos ni a los animales
Debemos promover que las diversas autoridades se enteren y sepan del cómo debe funcionar el Estado.
Si bien existe escases académica, debieran reflexionar que es de mala educación hablar u opinar con la cabeza vacía.
Trabajemos por el Perú.
Ciudadano, emprendedor y docente.
Fanpage: Jaime Salomón
Twitter: @jaimesalomons