Opinión I Carlos Jaico: ¿En qué momento empezó a “desjoderse” el Perú?
Este 2019 terminó como uno de los años más productivos en términos de lucha contra la corrupción. Como nunca, los peruanos hemos visto desfilar por juzgados y fiscalías a políticos, ex presidentes, gobernadores y alcaldes, funcionarios, abogados y empresarios quienes nunca pensaron ser inquietados. Otros fugaron, pensando evadir la mano de la justicia. Felicitado por muchos y criticado por pocos, la labor de la nueva generación de jueces y fiscales, principalmente del equipo especial Lava Jato, nos lleva a una pregunta fundamental: ¿por qué la justicia es importante para la estabilidad y desarrollo del Perú?
Históricamente, nuestra justicia ha funcionado al servicio de intereses económicos apoyados por abogados, sin ética ni bandera, más orgullosos de conocer al juez o al fiscal que la ley. Se hizo costumbre que poderes como el ejecutivo y legislativo, sumados a poderes fácticos, manipulen el poder judicial para asegurar la impunidad de sus delitos. Consecuencia de vivir en una farsa de sociedad, en ese momento la injusticia se banalizó, volviéndola una norma social, sufrida pero aceptada. Se olvidó además que el progreso económico dependía de la seguridad y previsibilidad jurídica. Montesquieu lo advertía ya al decir que no hay más cruel tiranía que aquella que se ejerce a la sombra de las leyes.
Nos hicieron olvidar que la Justicia es una virtud en el corazón del ciudadano, aquella que le da paz a su cotidiano. Que es también una institución, el poder judicial, cuyo ideal es el mejor derecho y la equidad. Y que es igualmente la justicia social, que distribuye las riquezas de un país y garantiza igualdad para todos.
Consolidar nuestra justicia debe ser entonces nuestra prioridad. Si olvidamos esto, regresaremos a la cruda realidad: por un lado los ciudadanos divididos no existirán como unidad colectiva, cayendo en la anarquía víctimas de la corrupción sistémica, por otro lado, veremos surgir caudillos que pugnarán por llevarnos a la violencia y el totalitarismo. Por eso es importante que los ciudadanos hagan sentir su voz y protejan sus instituciones, que nuestros profesionales miren al Perú con deferencia y lo defiendan con dignidad, que nuestros intelectuales eleven su voz contra el cinismo y la mediocridad de los serviles, que nuestra juventud marche por sus ideales y la clase política sea consciente de ser parte de una nueva visión de país.
Para esto, solo una verdadera justicia, profesional e independiente, puede lograr la paz social y llevarnos hacia el desarrollo. Que éste sea nuestro objetivo central el 2020.