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OPINIÓN | Giancarla Di Laura Morales: "Navidad con hamburguesas (de carne humana)"

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22/12/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Por Giancarla Di Laura Morales

Mi padre siempre nos enseñó que la Navidad significaba el nacimiento del niño Dios y que con ello la vida nos ofrecía una nueva esperanza, una nueva ilusión, una nueva etapa, un borrón y cuenta nueva, un fresco comienzo de planes, de amor, de proyectos y demás. Para mí, sucede cada diciembre cuando reflexiono y renuevo mi manera de vivir, de enfrentarme al día a día. Hace dos años regresé a mi Perú en busca de ayuda y de apoyo en mi familia para que mi hijita tuviera la esencia y los valores que yo tuve cuando crecía en mi barrio de San Antonio, en mi Lima natal. Busqué volver, porque siempre pensé que esos valores fueron pilares en mi vida: me sostuvieron cuando más los necesité. Ahora veo que no me he equivocado, que mi hija ya adolescente está encaminada y empoderada por mí, por mi mamá, por mis hermanos y familia a seguir un camino de valores e ideales; un camino donde el respeto y la solidaridad son ejes cuya formación depende de mí y se complementan con la presencia de mis parientes y de sus profesores, mis colegas. De hecho, tengo la fe y la seguridad de que mediante su sacrificio y educación ella tendrá las herramientas para combatir las grandes injusticias y las terribles equivocaciones de este mundo.

Sin embargo, esa suerte no la tendrán nuestros jóvenes compatriotas Alexandra Porras Inga (18 años) ni Gabriel Campos Zapata (18 años). Ellos fallecieron debido a la negligencia y la informalidad de McDonald's, esa fábrica de comida chatarra que es una de las cadenas transnacionales más populares del mundo. Esta semana ha estado bañada de rabia e indignación por su muerte ocasionada por un electrocutamiento, debido a las pésimas condiciones de trabajo y la poca seguridad a las que cientos de miles de jóvenes peruanos como ellos tienen que someterse para ganar sueldos miserables. Alexandra y Gabriel postergaron sus sueños de ir a la universidad por la necesidad de ganarse algo para sobrevivir y así ahorrar (si es que eso es todavía posible en el Perú) y salir adelante. Su drama lo comparten todos aquellos “pulpines” que salen al mercado laboral bajo la supuesta esperanza de un crecimiento económico sostenido, que “bondadosamente” brinda el modelo económico neoliberal. Pero como sabemos, en ese modelo las condiciones y garantías a los trabajadores (y no “colaboradores”, como los llama cínicamente la transnacional) son la última rueda del coche.

Cada vez es más claro que el capitalismo salvaje y la Navidad son incompatibles. Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, como reza la Biblia, no nos hizo para vivir indignamente, en condiciones infrahumanas, sino para llevar a plenitud todo nuestro potencial, para ser personas con valores fundamentales como la compasión y la solidaridad. Sin duda que Alexandra y Gabriel hubieran podido llegar a eso si hubieran tenido la suerte que otros hemos tenido. Pero sus cuerpos y los de muchos otros alimentan esa ominosa maquinaria de producción de dinero que se llama mercado libre. Si Cristo volviera en carne y hueso, sin duda que los sacaría a latigazos de nuestro país.