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OPINIÓN | Esther Capuñay: ¿y quién defiende a los vendedores ambulantes?

Datos revelan que más del 73% de la fuerza laboral sigue siendo informal.
COLUMNA-E
13-03-2019

La Municipalidad de La Victoria, encabezada por su alcalde, el llamado gringo George Forsyth, ha procedido, con el aplauso del mundo formal, a erradicar a los vendedores ambulantes de las inmediaciones del emporio de Gamarra.

Erradicar, según el diccionario, es arrancar de raíz y eliminar completamente algo que se considera perjudicial y peligroso.

Esa erradicación se pretende consumar contra miles de peruanos, y ahora también contra cientos de venezolanos, perjudiciales y peligrosos, unidos por solo una condición: no tener nada.

Es decir, se trata de limpiar la alfombra, la calle, el emporio. De esconder la basurita. De dar la impresión de que en Gamarra todo camina de maravilla.

Resulta claro que los industriales y comerciantes de Gamarra tienen razón al reclamar contra la competencia que tienen en las puertas de sus negocios. Su inversión y su condición merecen todas las garantías. Pero, su reclamo es solo una parte de este grave y complicado problema.

El expresidente Alan García ha tenido que rectificarse y hasta disculparse por haber agraviado en una carta a la comunidad judía, compuesta por unas decenas de ciudadanos israelitas.

Y a estos miles de peruanos pobres, sin nada, sin presente y aún con menos futuro, que todo el mundo maltrata, ¿quién los defiende?

No señores. La basurita que se trata de erradicar de Gamarra está diseminada por todo el país. Es la informalidad que pasa del 70 por ciento de la vida económica de este país y que permite a millones de peruanos sobrevivir por su cuenta y riesgo, porque Dios es grande.

Al respecto es bueno recordar una frase de Goethe que tanta conmoción causó en su tiempo, respecto al linchamiento de un saqueador: prefiero la injusticia al desorden.

¿Son incompatibles la justicia y el orden?

¿Se tiene que erradicar sin darle una salida a esos miles de vendedores ambulantes?

La respuesta definirá lo que finalmente suceda en Gamarra y en cualquier otro emporio al que de todas maneras pretenderán acceder los que no tienen cómo ganarse la vida.

En suma, este es un asunto nacional que merece no solamente un operativo para limpiar por tres días, y quién sabe cuántos otros más, un lugar al que acuden más de 150 mil personas todos los días y que será imposible borrar de las expectativas de cualquier comerciante sin recursos que intente ganarse la vida honradamente.

Esto merece un debate y una solución que nos comprometa a todos.