OPINIÓN | Esther Capuñay: erradiquen a los que cobran ilícitamente en el Congreso
Diversos personajes de nuestra política diaria han salido a respaldar la propuesta del alcalde victoriano George Forsyth de erradicar a los ambulantes, pero ya no solo del jirón Gamarra, sede del emporio más importante del país en el mundo de las confecciones, sino de las calles y avenidas circundantes.
Sin embargo, nadie ha salido a defender el futuro de esos miles de vendedores ambulantes que todos los días se ganan la vida en las calles de la Gran Lima, de otras ciudades y hasta de otros centros poblados a lo largo del país.
La pobreza que había estado en retroceso en el Perú de los últimos años ha vuelto a regresar con fuerza, especialmente en los lugares menos favorecidos económicamente o castigados por las lluvias, principalmente, debido al aflojamiento de la inversión y la productividad.
Sin embargo, mientras los ojos de los observadores políticos y hasta periodísticos están puestos con severidad en la multitud de vendedores desplazados del jirón Gamarra a pedido de los industriales y comerciantes que se fajan trabajando y pagando sus tributos, otros actores y otros personajes se la llevan fácil en otros escenarios de la vida nacional.
Este es el caso de la centena de congresistas que, según las denuncias que van saliendo de sus propias filas, han venido aprovechándose de su papel privilegiado para cobrar por actividades no realizadas en sus propias regiones de origen.
Si bien el ojo público está destapando y corriendo el telón para que se conozca este descarado “beneficio” injustificado, aunque algunos de ellos han puesto el grito en el cielo porque la fiscal de la Nación, Dra. Zoraida Ávalos, ha procedido a investigar la denuncia, nadie pide severidad y menos la erradicación de esos sinvergüenzas.
¿Erradicación? Sí, ¿por qué no? Que se vayan todos a los que se confirme y compruebe que han cobrado ilícitamente un dinero que no les corresponde, y que según algunos expertos pueden haber cometido delito.
Y que esos escaños vacíos sean ocupados por sus respectivos accesitarios. Es decir, que se propine un castigo ejemplar a esta banda de comechados, en gran número, no todos obviamente, porque hay congresistas capaces y que se fajan por sus regiones y por el país, a fin de que no se vuelva a repetir este tipo de rufianerías.