15/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Lucanas es un pueblo pequeño de los tantos que hay en el Perú. Hace un siglo sus casas eran, mayormente, de tejas rojas a doble agua y con una cruz de hojalata en un extremo del techo, signo de haber sido inaugurada por los compadres con fiestas que duraban tres días y tres noches seguidas, según haya sido el linaje de sus ocupantes.
Con el tiempo, los tejados fueron cambiando a techos de calamina que refulgían con el sol, los cuales marcaban signos de modernidad. Rodeado de tierras de cultivo que en épocas de lluvias les daban un verdor especial, el pueblo vivía sin mayores sobresaltos, salvo que se tratara de la fiesta patronal o los cumpleaños de las familias notables, que eran pocas en verdad. La historia de la que voy a comentar se desarrolla aquí.
Se trata de la vida de una familia de campo que el autor del libro la retrata con exquisita limpieza en la escritura y en su discurso narrativo. Son relatos breves que guardan una unidad temática para dar cuenta del origen de su familia y de cómo, a fuerza de mucho sacrificio, fue surgiendo en la vida hasta lograr que sus nuevas generaciones sean personas de bien y exitosas en la vida, como el autor mismo del libro testimonial llamado El vuelo de las perdices. Memorias, crónicas y relatos rukanas.
El escritor Demetrio Rojas García, quien también es un joven y exitoso abogado que ejerce cargos de tremenda responsabilidad en organismos públicos y privados, sitúa su relato desde las épocas remotas de formación de la cultura Rucanas, pero su testimonio de vida empieza más precisamente con el nacimiento del tío Alfonso García Huarcaya, “en medio de la desolación y de la extrema pobreza”, en las primeras décadas del s. XX, “época en que Federico Sarmiento seguía acumulando propiedades y bienes en toda la provincia y fuera de ella”.
El autor describe el escenario que da inicio al relato: “Una mañana, al despertar, Alfonso recorre con la mirada su pequeña casa, que apenas era un cuarto con muros de piedra y barro, techo de paja, sostenido con palos de eucalipto y una pequeña puerta de hojalata. Otra vez, papá y mamá están ausentes”. Luego, la historia fluirá con ternura, pero a la vez con una dureza que lacera el alma. Es el mundo andino bellamente retratado, en la línea de José María Arguedas. “El libro es un canto general a la vida, llena de esperanza, pese a la adversidad. Está narrado con la vitalidad de quien no se detiene solo en el sufrimiento ni en la pesadumbre de quien se sabe golpeado por el destino”, digo yo en el prólogo. Será presentado el 27 de este mes, en la Casa de la Literatura. Están invitados.