OPINIÓN | Edwin Sarmiento: Cosas de la vida
En el fondo, nunca terminó de irse del Perú. Ahora está jubilado y tiene una decorosa pensión del gobierno francés y lo acabo de ver hace unos días. Está igual a como lo vi hace 15 años a su retorno de Europa. En esa oportunidad retornaba después de 35 años. Con un poco menos de pelo, ganado por una calvicie bien disimulada, Hugo Neira está ahora al frente del Instituto de Gestión y de Gobierno de la Universidad San Martín de Porres. Está cómodo y en su salsa. En medio de libros, que es una pasión que cultiva desde niño, nos motiva a que no dejemos de leer nunca, porque, sabrá usted, que fue la educación que recibió desde su Abancay querido, la que lo salvó de la oscuridad y el desarraigo. Ha escrito libros hasta el cansancio, pero no está retirado. Más de 30 volúmenes escritos y publicados en distintos lugares del mundo, dan fe de su entrega por la lectura. Sin embargo, él se siente más periodista que académico. O académico y mejor periodista. A sus 82 años de vida, una hija en su segundo matrimonio, miles de libros leídos y fichados y una mujer francesa, treinta años menor que él, en este su tercer matrimonio, Hugo es un intelectual a tiempo completo. Fue un reconocido americanista quien se lo llevó, muy joven, a Europa para que integre la Fundación de Ciencias Políticas en París. Allí empezó -dice él- su penoso ingreso al mundo del conocimiento europeo. Él quiso entrar al núcleo vivo, al centro de la producción del concepto mismo y, ambicioso él, quiso pensar como europeo, sin olvidar, como debe ser, su barrio de muchacho en Lince-Lobatón, barrio saleroso, guapo, de fintas y chaira de vez en cuando. Entró a Europa, estuvo en el vientre de la ballena como Jonás el bíblico, y supo qué es pensar, qué es razonar, y descubrió de dónde se inventan los conceptos que permiten comprender la vida misma.
Hugo Neira es un conversador compulsivo. Habla de sus recuerdos y desfilan por su mente Lukács, Simmel, Ortega y Gasset, Raymond Aron, Lucien Goldman de la mano con el viejo Willka y otros campesinos cusqueños a quienes amó de joven y por quienes escribió libros como “Cusco, tierra o muerte” y “Willka, habla un campesino”, con el que ganó el premio internacional “Casa de las Américas” de Cuba. Eran años de efervescencia social en el Perú. Las guerrillas del 65 habían asustado a los señores y después el general Velasco Alvarado había recuperado el petróleo para el Perú y terminado con el latifundio y las haciendas, en el campo, entregando las tierras a los campesinos. El joven Neira, que entonces seguía estudiando en París, retornó para sumarse al equipo del militar patriota y siete años después volver a dejar el país, a la muerte de Velasco Alvarado. Entonces Hugo Neira seguía siendo un joven izquierdista. Incluso había sido un militante orgánico de la juventud comunista. Cuando Neira retorna a Europa, en esta segunda vez, se sacudió de sus viejas tesis marxistas, vio con asombro la experiencia española de desarrollo en democracia y advirtió que el marxismo se había deteriorado, mucho antes de la caída del Muro de Berlín. Cuando habla se apasiona y si toca el tema de la educación, más todavía. Durante doce años leyó a los clásicos griegos y a los filósofos modernos. Resume su vida intelectual de la siguiente manera: el tiempo que le dedicó para estudiar historia fue de cinco años; a las ciencias sociales, cuatro años y a la filosofía le puso doce años, no por querer tener la pretensión de ser filósofo, sino porque considera que hay una vinculación entre las grandes temáticas de la filosofía como la libertad, la justicia y el derecho con la realidad.