24/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Hace 34 años entrevisté a Javier Valle Riestra o Javier Maximiliano Alfredo Hipólito Valle Riestra González Olaechea, que es lo mismo. Él fue un connotado parlamentario. Elegido para la Asamblea Constituyente el 78, después fue diputado y luego senador de la República. Notable constitucionalista ocupó también la presidencia del Consejo de Ministros por poco tiempo. La mañana en la que lo busqué en su estudio de la Av. Arequipa seguía emocionado. La noche anterior había polemizado por televisión con Enrique Chirinos Soto, otro brillante parlamentario y periodista. ¿Qué tal me viste anoche?, me dijo. Muy bien, le contesté. ¿Cuántos habrán visto en Lima?, inquirió. Fue una sintonía total, respondí. Y su rostro se iluminó más todavía. Terminaba de conceder una entrevista a un periodista francés. Ese es un reaccionario, señaló. ¿Quién? Ese y señaló sin entusiasmo. En la mesa, Chirinos Soto, destacaba en portada de El Comercio, con su cara inconfundible. En la conversación, Javier, recordó que la vieja aristocracia de su familia y de sus amigos les habían hecho mucho daño. Se vio, solitario, recorriendo las calles de la mano del abuelo, Max Gonzáles Olaechea, sin padres, sin sírvete, sin amor. Recordó que a la edad de siete años empezó a cargar una cruz pesada por ser hijo de padres divorciados y todo por la intolerancia de una Lima monacal. Se refugió, entonces, en la quietud de un hogar con casona grande, tíos y tías que empezaron a verlo con desdén, porque ser hijo de padres separados no era poca cosa, como podrás entender en aquellos años, querido lector. Él tiene, a la fecha, 87 años.
Sintió que se hizo aprista cuando, muy niño todavía, vio desfilar, desde el balcón de una casa, multitudes apristas que se dirigían hacia la plaza San Martín. Él creyó que esas multitudes lo iban a liberar a él también. Gran lector desde que aprendió el silabeo. Nunca dejó de leer hasta que encontró a Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, Manuel González Prada, sus maestros y tomó conciencia de su vida y vio clarito el camino de su destino. En la universidad Católica, donde estudió un tiempo, organizó células apristas para resistir la dictadura de Odría. Yo lo recuerdo como un fogoso constituyente. Dueño de una brillante oratoria y agudo polemista, Javier, era el más destacado polemista del Apra que tenía que enfrentarse a los macizos argumentos de la izquierda marxista, sus rivales históricos. Solía llevarse una mano al bolsillo mientras que la otra le servía para acompasar su discurso, señalar a su contrincante y, de paso, agitar a las barras apristas de las galerías. Y siempre con un pañuelo blanco o azul en el bolsillo superior del saco. En el Senado de la República brilló con luz propia y sus intervenciones fueron piezas de oratoria parlamentaria como las de Luis Alberto Sánchez, Mario Polar, Carlos Malpica. La última vez que lo vi fue por televisión. Había ido al local de su partido a despedir el cuerpo de Alan García, antes de su partida final. El tiempo había pintado de blanco su cabello y su andar se notaba más lento y cansino. Valle Riestra pertenece a esa generación de ilustres congresistas que ya solo existen en nuestra memoria. Me lo imagino leyendo y descansando. Todo un señor.