12/04/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Por las noches solía sentarse en una banca, al pie de una farola, en Campo de Marte, el parque más grande que Lima tenía por esos años de 1960. Gobernaba el Perú don Manuel Prado y Ugarteche, quien vestía tongo y levita, con medallas en el pecho, en sus presentaciones públicas. En épocas de exámenes en la universidad, mi amigo Manuel Miranda Canales, se instalaba en el parque a las dos de la mañana, para estudiar aprovechando la luz débil y mortecina del alumbrado público, que agonizaba como él mismo en esas mañanas de invierno crudo y desolador, según me lo recordó una vez, mucho tiempo después. Vestía, casi siempre, con su saquito marrón y chalina color vicuña, tejida por mamá Justina, la abnegada mujer que soñó siempre que su hijo sea profesor como ella misma. Y Manuel lo fue, pero, además, se recibió de abogado para completar el sueño de don Aníbal, su señor padre. Manuel buscaba el parque, porque el dueño del cuartito que ocupaba en el Cercado de Lima, le apagaba la luz a las nueve de la noche para evitar el consumo de energía. Fue el Estado quien me subvencionó la luz, dice. Él lo recuerda clarito, porque, sabrás, hermano, los provincianos hemos sufrido mucho para ser algo en la vida y creo que así estuvo mejor y si no lo sabré yo, hermano, ahora que te escucho decirme que vas llegando al límite de tu existencia, que para nosotros los ayacuchanos, tus paisanos puquianos y lucaninos, creemos que has trepado hasta el cielo, habiendo alcanzado ser presidente del Tribunal Constitucional del Perú, nada menos, qué carajo. Y hoy, viernes 12 de abril, estamos viendo cómo desvelan tu retrato en la Galería de Ex Presidentes del TC, para que te quedes ahí colgado para la posteridad. Una alegría.
Manuel Miranda estudió Educación y Derecho, casi en simultáneo, y recibió sus títulos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima tenía entonces apenas dos millones de habitantes y las invasiones crecían por las noches en los cuatro conos, de la mano de Poncho Negro, líder histórico de las ocupaciones que murió sin un metro de terreno propio en el Cerro el Pino de San Cosme, su cerro. En el mundo, Martín Luther King, era asesinado y las obras de Henry Miller circulaban libremente en los Estados Unidos, mientras que 1a figura del Che Guevara, recorría el continente, imbatible entre los jóvenes. Manuel, a quien de chiquito su papá llamaba «docto» y se sentía orgulloso de él había llegado a Lima con su maleta llena de ilusiones, porque, hermano, las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo, para conocer la capital, ¿lo recuerdas? Desde entonces, no paró: enseñaba en el día en la GUE Labarthe, por las noches en el José Granda, los sábados en Ica, los domingos dictaba cursos a domicilio y, con el tiempo, fue decano de Derecho en la Universidad San Luis Gonzaga de Ica, vocal superior, después Supremo en el Poder Judicial, además escritor permanente. Ha publicado más de una decena de libros especializados en Derecho Civil, de Familia y otros de difícil recordación. Con él almorzamos sus amigos cada semana, porque nos ha pedido que le ayudemos a gastar su pensión, que no es poca cosa. Para eso estamos los amigos. Su familia lo quiere y nosotros también.