23/01/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Frente a la poesía, lo mismo da estremecerse que comprenderla.Eso me ocurre con 'Poemas de amor' de Ricardo González Vigil. Abro una página cualquiera y deseo haber escrito esas frases, y eso me hace saber que estoy leyendo buena poesía.Algo que la mayoría de lectores de periódicos no sabe es que, además de crítico y antologador, es un poeta excelente, capaz de avanzar por los reinos de la pasión y de la sensualidad hasta convertir su ejercicio en una fascinante oda al matrimonio.
Cada poema es una historia de un amor tan desaforado que es permanente e incluso conyugal, y proviene de una escena de la vida cotidiana que es también un milagro incesante.Mallarmé recomendaba a la poesía recuperar el territorio de lo sagrado, y ello según él se lograría usando los vocablos en la explosión virtual de todos sus sentidos. En RGV, la palabra conduce rápido a todo lo que conducen el amor, sus caminos y sus ardorosas consecuencias:“¡Pero aprende a decirle que la adoras!, que nunca habías existido/antes de conocerla/ que el mundo vuelve a nacer cuando la besas/que la necesitas siempre- siempre- y cada día más”.
Y por fin, al final de todo, llega este inolvidable fin de fiesta: “gozarnos quiero en todo, en cuerpo y alma,/ María compañera de mis huesos,/ y así, en la hora postrera de la calma./ seremos noche, arco iris, soles presos,/ música celestial que amor ensalma,/ un solo corazón latiendo a besos”.RGV es el hombre que ha explicado a los peruanos por qué debieran leer a César Vallejo y amar incontenibles a Garcilaso, y es también el crítico que comenta en revistas y periódicos las obras que ha leído, y lo hace con amistad por el libro y el lector, y con la única mala leche de contagiar la adicción a la lectura en un país donde un legislador la ha condenado como un vicio que puede producir el Alzheimer.
La poesía canta muchas veces la imposibilidad, la frustración, la rebeldía frente a los límites de lo humano. En “Poemas de amor”, Ricardo González Vigil osa creer en un amor que trasciende las limitaciones de la juventud y lo cotidiano y se convierte en permanente y en el que hoy y después de después, como aspiraba Quevedo, nuestros huesos “serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado”.