OPINIÓN | Eduardo González Viaña: ¿Qué habrá pasado la tarde del eclipse?
“Alberto si para ti es igual que se besen dos hombres en un lugar público, para mí nunca será igual y si eso es discriminar entonces yo discrimino", ha escrito Héctor Becerril.
Durante la última semana, el mencionado congresista ha escrito tantos textos agresivos y ha soltado tantas injurias contra la condición homosexual que ya podría hablarse de una obsesión, sino de una fascinación, por el tema.
Los psicólogos suelen señalar que esas extrañas obsesiones implican generalmente una atracción no declarada por la naturaleza gay.
El congresista Becerril no pierde ocasión de mostrar que es la expresión de la masculinidad más agresiva. Como los auténticos “machos” es grosero, matonesco, achorado y también algo aburrido. El homosexual, a quien probablemente envidia, es independiente, lúdico, desinhibido, transgresor y, como lo indica la expresión inglesa “gay”, alegre.
Cuando lo hemos visto en la puerta del Congreso haciendo frente a la comunidad homosexual y cuestionando su proclamado orgullo, nos hemos preguntado qué pasaría si el político fujimorista abandonara clósets y pudores mal entendidos para expresar una naturaleza oculta. Quizás nos estamos perdiendo un congresista encantador.
En las últimas semanas, las tropelías del Congreso han sido tantas que su clausura ha pasado de
ser una opción razonable a convertirse en la única y apremiante salida si el Perú quiere conservar su forma democrática y civilizada de gobierno.
En pocos días, los congresistas han blindado a los vergonzantes juez Hinostroza y fiscal Chávarry, han dado una puerta de salvación a otros delincuentes similares y están intentando por todos los medios obstaculizar el trabajo de los fiscales y la campaña contra la corrupción.
Claro que todo esto no es extraño. El terrorismo que hoy exhiben los fujiapristas es el mismo del que hicieron gala en los años 90 durante el reinado de Alberto Fujimori. Ahora, ellos saben que el único posible regreso a esas épocas pasa por cerrar el paso al presidente Vizcarra y detener las revelaciones sobre los multimillonarios negociados.
En ese camino, el Congreso ha estado pagando sueldo a un abogado de Keiko Fujimori quien aparece ahora en Tarapoto haciendo extrañas averiguaciones sobre la genealogía de uno de los fiscales heroicos.
Mientras tanto, Héctor Becerril, persiguiendo jóvenes en la puerta del Legislativo es la imagen brutal pero al mismo tiempo apasionada del drama peruano. ¿Qué habrá pasado la tarde del eclipse?