08/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Ollanta Humala no se lo imaginó nunca. Acaba de iniciarse la acusación formal contra él y su cogobernante, y eso demuestra hasta la saciedad que la justicia tarda, pero llega.
Durante su vida pública, el ahora procesado ha tenido decenas de rostros.
Disfrazado de diplomático, ha sido el solícito camarero que servía pisco sours en París y Seúl.
Ha sido el candidato de los pobres en los Andes y proclamaba allí que entre el agua y el oro prefería el agua.
Ha sido después el presidente del Perú dispuesto a desdecirse de todas sus promesas y convertirse en servil operador de la maquinaria impuesta por Fujimori a cambio de la aprobación displicente de la derecha peruana.
Ha sido también el patético presidente que trataba de mi general a sus antiguos superiores, a los que -como Urresti- había nombrado ministros.
No lo ha hecho mal como soploncito cuando organizaba tareas de seguimiento contra personajes de la oposición incómodos al régimen.
Los hechos llegaron a niveles tragicómicos cuando se descubrió a varios agentes tipo 007 en la puerta de la vivienda de Marisol Espinoza, vicepresidenta del Perú.
La “explicación” fue señalar que los agentes estaban allí para garantizar la seguridad de la Embajada de los Estados Unidos... la cual estaba ubicada a diez cuadras de la casa de la vicepresidenta.
En los medios internacionales Humala y sus historias siempre tuvieron lugar entre las noticias ridículas.
Y, por fin, lo ridículo se convirtió en bestial cuando se denunció que, en otro momento de su vida, había sido el melifluo capitán Carlos que escogía a las campesinas para violarlas y a los pequeños negociantes para asesinarlos y apoderarse de sus pertenencias. Esto es materia del otro juicio que le espera.
Los esposos Humala-Heredia tendrán que demostrar lo que inicialmente dijeron, que nunca recibieron dinero de Odebrecht, aunque después su defensa asumió que el aporte de campaña no está tipificado como delito. Pero de acuerdo a la Fiscalía, este dinero -sino todo, gran parte- fue desviado a otro fin, y es en ello donde se presume el delito.
Para visualizar el último rostro de Humala, recordemos a Máxima Chaupe, una peruana que fue la admiración del mundo cuando obligó a retroceder a la poderosa minera Yanacocha. En ese momento, ella fue Máxima y el presidente de su tiempo fue lo que es ahora, Mínimo. El presidente Mínimo.