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OPINIÓN | Eduardo González Viaña: El padre Fernando

Fernando Rojas Morey, antiguo párroco de Chepén, es un claro ejemplo de que no todos los miembros de la iglesia son malos.

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padre Fernando

22/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Hay curas y curas. Buenos y malos. Creo que más son los buenos. Lo malo es que en los últimos tiempos, los malos son los que han hecho noticia...

Fernando Rojas Morey, antiguo párroco de Chepén, además de bueno, es extraordinario.

Hace más de medio siglo, comenzó su ministerio en mi pueblo cuando apenas había salido del Seminario. Y muy pronto, los chepenanos lo vieron alzando adobes y colocándolos uno encima del otro para dar el ejemplo a los grupos de familias que ansiaban tener una escuela, una panadería y una radio de propiedad comunitaria.

Con ellos a su lado, fundó el Instituto San Juan Bosco.

El padre halló después un terreno rocoso, y lo denunció. Acto seguido, consiguió que sus amigos de Alemania le donaran molinos de viento. Y cuando ya aquello era tierra próspera, en vez de convertirse en un feliz terrateniente, le dio el nombre de cooperativa “Tahuantinsuyo” y lo donó a los campesinos sin tierra.

Eso no fue todo: toda una universidad salió también de la parroquia de Chepén. El padre Fernando vendió su Volkswagen y la casita que iba a servirle de hogar para sus últimos años, y se empeñó hasta la camisa para fundar - a fin de que sus muchachos tuvieran estudios superiores gratuitos- la Universidad Juan XXIII.

Con eso en mente, alguna vez le aconsejé que colgara los hábitos y consiguiera una mujer bonita para no quedarse solo en su vejez. Pero no me escuchó.

Durante la era de Alan García, el comando de asesinos “Rodrigo Franco” llegó a nuestro pueblo. Querían matar un “rojo” para aterrorizar a la población. Según su lógica terrorista, “rojo” como ahora “terruco” es todo aquel que se pone del lado de los pobres. La Madre Teresa podría serlo. El padre Fernando fue la víctima escogida.

Volaron la parroquia a medianoche, pero unos minutos antes, Fernando había salido por otra puerta para auxiliar a un moribundo.

Ahora, acabo de visitarlo en la casa de sus parientes. Enfermo y anciano, solamente goza de su apoyo porque me parece que la Iglesia no tiene asilos ni jubilaciones para los clérigos de provincias.

“Los sacerdotes suelen visitar a los enfermos. Y ahora soy yo, un pecador, quien visita a un sacerdote. ¿No tienes miedo?

-¿Miedo? ¡Ni lo pienses!... Dios está siempre del lado de los pobres y los pecadores.