OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "La verdad de las mentiras"
Una vez más, al aparecer un libro, me preguntan cuánto hay de ficción detrás de la historia verdadera. Y de nuevo contaré algo que tiene que ver con eso.
En mi cuento Usted estuvo en San Diego Hortensia Sierra, de 26 años, entra ilegalmente en los Estados Unidos como hacen muchos nacidos en las maravillosas y desdichadas tierras del Sur.
San Diego, California, es su primer destino, y allí se siente como raras veces en su vida muy feliz.
Pero su felicidad es breve. Una patrulla de Inmigración entra de súbito en el vehículo y comienza a pedir documentos a todos los ocupantes.
Hortensia no puede contener las lágrimas, y el caballero gringo que se sienta a su lado le pregunta si acaso está enferma.
-Lo que pasa es que no tengo papeles. Soy ilegal, y los agentes van a detenerme...
-¡Y qué piensas, estúpida! ¡Qué estás pensando, animal! Ante esos gritos, los agentes de la “migra” se acercan a preguntar qué está pasando.
-¡Llévensela! Mi mujer ha olvidado sus papeles otra vez, y otra vez vamos a perder tiempo en la oficina de ustedes. ¡Llévensela para que yo vuelva a ser soltero!
Los agentes rieron, mascaron chicles y se despidieron.
En una Feria del Libro de Seattle leí el cuento ante unas quinientas personas. Un señor que había estado levantando la mano mientras yo leía, se acercó al final para que le autografiara un libro y me dijo:
-Yo soy, señor, su personaje escondido. Yo estuve en San Diego...
Podía ser una broma, pero me dio su email y nos tomaron algunas fotos juntos... Pero allí no termina la historia. En la Feria del Libro de Miami me encontré con Hortensia que había conseguido trabajo allí y que venía a saludarme.
-Hortensia, ¿reconocerías al hombre que te ayudó si te muestro algunas fotografías.
Ante su respuesta positiva extendí ante ella unas treinta, pero ella no se tomó ni un minuto para distinguir entre decenas de personas al Buen Samaritano.
-Este... este es el hombre que me salvó...
¿Quieren ustedes saber lo que sigue? Hortensia y Bryan intercambiaron e-mails y se conocieron hace un mes. O más bien, se reconocieron y encontraron muchas afinidades que los vinculan. Ella era soltera, y él, viudo. Se casaron y yo estoy pensando que tal vez, en vez de continuar siendo escritor, debo poner una agencia de matrimonios.
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