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OPINIÓN | Eduardo González Viaña: "La pandemia y Dios"

«Un amigo con síntomas llamó al Centro de Especialidades Médicas de San Borja y le respondieron que “debido a la emergencia médica no trabajaremos sino ante nuevo anuncio."»
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18-03-2020

Conocí una pandemia cuando tenía 18 años y leía a Tucídides (430 AC). El genial historiador griego relata la que se desató en Atenas y devastó las ciudades más populosas del mundo clásico. Uno de cada cuatro murió, y duró cuatro años. Los síntomas iniciales descritos por el griego mencionan: “violentos calores en la cabeza, enrojecimiento e inflamación de los ojos y las partes internas, como la garganta o la lengua, que se tornaban rojas”. Ocurrió hace 2 mil quinientos años. Además de la destrucción de los cuerpos, Tucídides habla de la devastación de las almas y se refiere a los hombres públicos perversos.

SE PARECE AL PERÚ. Es idéntico... si recordamos la corrupción de los últimos 30 años cuando Fujimori, García, Toledo, Humala, PPK y su depravada cohorte saquearon tantos millones al país que su peso equivale a cientos de escuelas y hospitales de última generación dejados de construir. Cuando las buenas intenciones del gobierno actual nos exhortan a evitar el colapso del sistema público de salud, constatamos que, lamentablemente, ese sistema está casi derribado. Lo sabe cualquiera que hoy llame al 113 y a los otros números suministrados por el Estado. Y encima, la estupidez. Un amigo con síntomas llamó hoy al Centro de Especialidades Médicas de San Borja y le respondieron que “debido a la emergencia médica no trabajaremos sino ante nuevo anuncio”.

PERO HAY RECUERDOS MEJORES: En “Cien años de soledad”, García Márquez describe la epidemia que se cierne sobre Macondo. La gente deja de recordar el nombre de las cosas. Entonces, el protagonista José Arcadio Buendía “fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. ... Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: 'Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche'”.

POR FIN, José Arcadio planta dos carteles. Uno decía: Macondo. El otro, Dios existe. Mañana se podrá inventar un nuevo mundo con el nombre de la comunidad a la que pertenecemos y la creencia colectiva en un Dios que también se llamaba Libertad, Igualdad, Fraternidad, Socialismo, Justicia, Amor, Belleza, y recibe tantos nombres como la generosidad existe. ?