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OPINIÓN: Eduardo González Viaña: A fin de año, un gato

Gonzalez-viaña
26-12-2018

Un día en mi pueblo, cuando yo tenía 15 años, visité a una tía abuela llamada Mercedes que acababa de cumplir 99.

Al entrar en su casa descubrí que ella estaba rezando el rosario. Sin embargo, había algo de extraño en el asunto: mi tía Mercedes recitaba solamente la primera parte del avemaría, y se quedaba un rato esperando como si estuviera en la iglesia o como si alguien a su lado recitara el “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

Miré hacia uno y otro lado, y no encontré a su probable acompañante. Al final, descubrí que había alguien a su lado, pero no era un ser humano. Era su gato. Cada vez que mi tía terminaba la primera parte del avemaría, el gato la acompañaba con un largo ronroneo, como hacen siempre los felinos cuando de puro cariño prenden su motor interno junto a alguien que los ama.

Creo que ese día fue definitivo en el inicio de mi vocación literaria. Me di cuenta de que la literatura sirve como el gato de mi tía Mercedes para evitar que estemos completamente solos en el mundo y para permitirnos que aun en las mayores soledades, podamos comunicarnos con nuestro Dios, el universo, nuestra tierra y la gente que más queremos en ella.

Hacer la paz con los malos recuerdos no significa sin embargo decretar el olvido del crimen, ni menos aceptar con resignación el abuso, ni mucho menos consentir en la impunidad de los perversos y de los injustos. Como el gato que despertaba a mi tía luego de un largo rosario, pensé que la literatura debería sacar del letargo a nuestra gente y hacerle ver que la democracia y la libertad no se regalan sino que se conquistan.

Mis libros no pueden borrar la explotación de los pobres, la corrupción de los poderosos, ni la tortura y el genocidio con que se suele reprimir la cólera del pobre y del justo. Mi literatura no va a cambiar al mundo, pero me impulsa a servir causas generosas y valores sin los cuales el hombre deja de ser hombre y la sociedad se hace insoportable.

Sentado frente a un nuevo proyecto de novela, me encantaría que un gato viniera a decirme lo que sigue, y se acaba el año.