OPINIÓN | Dennis Falvy: "La triste y actual realidad política peruana"
El perfil profesional del profesor Alberto Vergara es óptimo y también su notable columna “Enemigos Ínfimos”. Señala que los extranjeros se preguntan ¿qué diablos ocurre en el Perú por las vacancias y disoluciones de antes que el régimen de Castillo asumiera el poder? La columna es tan aleccionadora y cierta, que me tomo la licencia de resumirla y ponerle alguito mío. https://larepublica.pe/politica/2021/12/19/pedro-castilloy-maria-del-carmen-alva-enemigos-infimos-por-albertovergara-congreso/
Hoy ya las encuestas repelen con 65% y 75% al presidente y al Congreso y probablemente ello vaya in crescendo.
Lo que marca la fuente de la inestabilidad, señala el profesor Vergara, se debe a una política signada por enanos que se odian y sufren de delusión. Es decir, una distorsión importante de la autopercepción. Ella expandida llega al “Síndrome de los enemigos ínfimos”. No cesan de pelear cual si quisieran un suicidio colectivo.
Castillo dijo en ese estilo tan peculiar, adornado por un sombrero ridículo, que acabaría con quinientos años de castas y expuso una absurda segunda reforma agraria y puso de primer ministro a un tipo que parecía que se había salido del “script”. El pobre fue relevado por una insignificante anti minera y terminó de caserito de Willax y dándole abrazos a una enemiga de su agrupación, que la querían sacar del puesto de Presidenta del Congreso.
El mito del “provinciano redentor” se viene cayendo a pedazos. Y Vergara dice que Castillo es una oportunidad perdida descomunal.
En rigor, si la inestabilidad la producen los enanos pleitistas, la estabilidad solo puede llegar aprendiendo a cooperar o uno mata al resto.
Pero la enanería política no tienen organizaciones, ni bases, ninguno es carismático, nadie es brillante. Casi todos son novatos sin carreras políticas y mayormente guardan una anticuchería entera en el ropero. Algunos tienen plata como cancha. Pero la billetera no alcanza para encubrir las otras falencias, sentencia Vergara.
Y sentencia, que entre la vacancia y la nueva Constitución, ninguno de estos despreciables enanos puede ser el salvador de la patria. ¡De acuerdo y sin chistar!
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