07/08/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
A raíz de la última temporada de La Casa de Papel me puse a buscar referencias de películas que traten sobre robos a bancos. Una de las que encontré fue Al final del túnel (2016), una producción argentino-uruguaya que no me terminó de convencer: la sinopsis se lee prometedora, sin embargo, no es hasta la mitad de la película que la cinta empieza a cobrar sentido.
Se trata de la vida de Joaquín, un ingeniero informático con discapacidad para desplazarse, quien alquila la habitación superior de su casa a una bailarina y su menor hija. Ambas mujeres le cambiarán la vida al sujeto, dadas las atenciones y los sentimientos que empiezan a aflorar y, sobre todo, por un descubrimiento que este hace: la mujer es parte de la banda que robará el banco que está al lado de su vivienda.
Con planos demasiado largos y obvios, abruptos, que pretenden darnos a conocer los detalles del guion -que, a ojo de mal espectador, podrían pasar desapercibidos-, transcurren los primeros minutos de una cinta que más parece una historia de amor que la de un robo. Tanto así que puede llegar a desanimar su visionado.
Luego de los primeros 60 minutos comienzan recién a mostrarse las habilidades de Joaquín. Descubre que están haciendo un túnel debajo de su casa e instala una cámara y un micrófono que le permite conocer los planes de los delincuentes. Esto sumado al boicot que quiere hacer: robarles el dinero e inundar el túnel.
Es aquí donde encuentro la similitud con la producción española de Netflix, la cual en su última temporada también tiene una inundación de por medio. Pese a ello, pareciera que Al final del túnel no llega nunca al meollo del asunto.