OPINIÓN | Carlos Jaico: "Vientos de nueva izquierda para Latinoamérica"
En su última elección, nuestro vecino país de Chile ha optado por una alternativa de izquierda. Así, la sociedad chilena elige a una aguerrida izquierda juvenil, que no ha vivido bajo la dictadura de Pinochet, dejando atrás la derecha conservadora.
Es útil remarcar que, en este bicentenario, el triunfo de la izquierda en Chile es parte de una tendencia a nivel regional iniciada por el presidente Pedro Castillo Terrones y que ahora continúa Xiomara Castro en Honduras. Cabe recalcar que estas victorias se han construido en países con severos problemas económicos, desigualdad, escándalos de corrupción y la cruda realidad sanitaria desnudada por la pandemia.
Por estas circunstancias, soplan también vientos de cambio a la izquierda en Costa Rica, donde el expresidente y candidato José María Figueres habla de la necesidad que su partido sea más de izquierda. Razón no le falta al cerrar el año con el déficit más alto de los últimos 40 años. Por su parte, Colombia tendría la posibilidad de elegir en mayo al economista de izquierda Gustavo Petro, quien enfrenta una vez más al actual presidente Iván Duque, debilitado por las protestas ciudadanas de 2021.
Finalmente, Brasil deberá decidir en octubre entre la ultraderecha de Jair Bolsonaro y el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva. La posibilidad de que gane este último es grande, luego del desastre por el impacto de la pandemia, con una inflación de más del 10% y el desempleo en alza.
El surgimiento de una izquierda más realista que rechaza los extremos, indica la consolidación de los procesos democráticos en América Latina, que se contrapone a los gobiernos de derecha asociados a los nostálgicos del golpismo, y cuya única salida ha sido la represión de las movilizaciones ciudadanas. Una derecha anclada en el pasado que no ha sabido leer la realidad de una Latinoamérica lastrada por las desigualdades, a la que ha oprimido lo más que ha podido hasta dejarla exangüe, forzándola a protestar. Esa miope visión ha contribuido sin duda al hartazgo de una población que ha sentido, durante la pandemia, como las fortunas del sector salud se incrementaban, mientras la mayoría perdía su trabajo, sus economías y hasta su vida.
Estos vientos de izquierda dejan claro que se debe romper con la excesiva concentración de riqueza, generar nuevos motores de crecimiento, impulsar la innovación, democratizar el poder para que circule e integre, cerrar las brechas sociales sin ocultar la pobreza multidimensional, bajo la ilusión del puro crecimiento macroeconómico. De esta manera se abre paso a una democracia más acorde con los imperativos del siglo XXI.
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