13/10/2021 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Como consecuencia del Covid-19, América Latina y el Caribe han sufrido alteraciones en el sector energético, afectando la forma de vida de la población. En la economía el impacto ha sido importante, debido a la reducción en el consumo de energía, la disminución de vehículos en circulación, baja de los horarios de trabajo y pérdida de empleos, al teletrabajo y la virtualidad en el sector educación.
En ese contexto, la reactivación económica pasa a generar un mejor esfuerzo en la generación de energía, pero, sobre todo, en la transición energética. Esto debido a que los proyectos de desarrollo de energía, tienen una incidencia directa en la creación de empleo, dinamizando las regiones y sectores productivos de la sociedad civil. Dicha transición, en cumplimiento del Acuerdo de Paris, debe ir de la mano con la generación de energía limpia a través de fuentes renovables y mayor uso del gas natural. Sin embargo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE), parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha evidenciado la crisis en los mercados energéticos por falta de inversión, principalmente, en proyectos verdes. Llega a esta misma conclusión, la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) en su Barómetro de la Energía de América Latina y el Caribe (2020), cuyo resultado ve principalmente frenos a la inversión en este sector. El primero es la falta de planificación, al no haberse considerado un plan de nuevas inversiones en el sector energético de cada país. Habría que ver cómo el Perú, con zonas de alta radiación ultravioleta (+5), aún no cuenta con proyectos de energía solar o eólica. La segunda radica en la falta de capacidades técnicas para poder implementar las nuevas estrategias en el sector energético. La tercera es la falta de integración energética regional para el abastecimiento energético de varios países y/o subregiones. La cuarta es la falta de vinculación entre la academia y la industria, que permita la formación de profesionales acorde con las necesidades de la industria. Cabe recalcar que, en Singapur, el 23% de la población económicamente activa (PEA) está formada por trabajadores técnicos, en Perú representan menos del 5%. La quinta es la falta de incentivos fiscales como aporte adicional a tomar en cuenta en la estructura de costos de la empresa.
Así, es imperativo transitar hacia una política energética de energías limpias, como base para nuestra seguridad energética. Porque, la pregunta no es cuándo se acabarán los combustibles fósiles. La pregunta es si estamos preparados para cuando llegue ese momento.
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