21/09/2022 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El desarrollo de las sociedades ha demostrado que la posesión y la propiedad trascienden el estricto campo jurídico, al pergeñar personalidades y voluntades, modelando culturas y civilizaciones, marcando la diferencia entre sociedades desarrolladas o inviables. De allí que el derecho, principalmente de propiedad, haya destacado para darle el orden necesario a las representaciones que el hombre tiene de su dimensión espacial en la construcción de su historia, al ser interdependiente de su contexto social y geográfico.
Sin embargo, imaginar que la sociedad es inamovible y vertical, casi inalterable e independiente del derecho, cuando se encuentra en constante evolución por la dinámica misma de los cambios generacionales, es orientarla hacia la informalidad. Esto se confirmaría debido a que, según el INEI, la población peruana ha pasado a ser mayoritariamente urbana al 82,4%, con la consecuente amenaza de la tugurización y pobreza de nuestras sociedades. Es esta la problemática que analiza el jurista Horacio Gago Prialé, en su obra “Repensar la Propiedad”.
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El autor nos recuerda que el derecho y sus categorizaciones son una forma de concebir nuestra cosmovisión. La reflexión lograda se despoja de las verticalidades jurídicas y su pétreo silogismo, para hacerla manifestación de la realidad urbanística horizontal y circundante. De allí que las nociones de potencialidad y trascendencia en las costumbres que él discute, brinden al derecho las bases necesarias para su análisis situacional y multidimensional, adecuándola a la realidad.
Precisamente, el autor nos pone en alerta sobre la involución de la noción de propiedad, la cual regresaría a su estado de posesión originaria, volviendo nuestra sociedad al estado de naturaleza. Cierto, en nuestra realidad la propiedad estaría despojándose de su formalidad para ir hacia la decreciente informalidad, por el abandono o la propia letargia de la ley al no haber evolucionado de la mano con su tiempo.
Este problema central no fue abordado por las administraciones que pensaron -erróneamente- que el deterioro de la vida social, donde millones de personas viven aún en barrios marginales o precarios, era consecuencia de la pobreza, ella misma engendrada por la sobrepoblación. En esto, el autor renueva con el pensamiento de John Locke y prueba que las políticas públicas de la propiedad también pueden ser la causa de la conflictividad social porque, donde no hay propiedad efectiva y afirmada no hay justicia.
Esta valiosa proyección jurídica integradora, activa con rigor las corrientes del derecho y permite comprender las diferentes aristas del problema conceptual de la propiedad en el siglo XXI.
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