21/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Según el Ministerio de Cultura, el 53% de peruanos siente que vive en un país racista. Este alto porcentaje se confirmaría por los improperios de una ingeniera en auto a una obrera, cuya labor era señalar con un panelito de “pare” y “siga”, cuando pasar y cuando no por una vía en construcción. Dos frases resonaron: ¿Qué cosa te has creído chola de m...? y ¡tú no sabes con quién te has metido! Por triste que parezca, ambas frases retrasan etapas de nuestra historia: el racismo colonial y la actual mezcla de racismo con clasismo.
Y es que el racismo a la peruana que conocemos, es consecuencia de la conquista y consecuente colonialismo, cuyas leyes y costumbres hicieron invisibles a los indígenas. Julio Cortázar lo narra en la Historia de Garabombo, el Invisible, tanto como lo denunciaba Ciro Alegría y su corriente Indigenista. Por su parte, José Carlos Mariátegui y sus 7 ensayos teorizó la cuestión de las razas. Su planteamiento era que el racismo y las distinciones raciales debían desaparecer con el fin del feudalismo y una sociedad socialista. Un siglo después, el racismo sigue vigente y avanzamos hacia un neofeudalismo, inmerso en una economía neoliberal. Luego vendría José María Arguedas y su denuncia de la opresión contra los andinos, señalando la creciente importancia del mestizaje en la construcción de nuestra sociedad. Arguedas comprendió que el Perú era cada vez más mestizo.
La segunda ola de racismo llegó en el siglo XIX con el racialismo de Gobineau, entre los más radicales. En su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, planteó que la especie humana estaba conformada por distintas razas y que, de todas, la raza aria era superior. Estas ideas tuvieron adeptos en el Perú. Uno de ellos, Clemente Palma, consideraba a la española como raza superior, luego a la indígena, negra y china como razas inferiores y, por último, la mestiza. Esto explicaría por qué el “choleo” está tan enraizado en nuestra sociedad.
Sin embargo, el tiempo hace su obra y el Perú camina, irreversiblemente, hacia un mestizaje liberador de confrontaciones raciales. Empero, la mejora en los ingresos per cápita está haciendo surgir un clasismo mestizo, que segrega por la condición socioeconómica.
La tarea es entonces doble, ganar la batalla contra el racismo y diluir el clasismo, esto a través del desarrollo económico y la educación en valores. Solo así nuestra población logrará consolidarse socialmente, y lograr el sueño de Arguedas: ser el país de todas las sangres.