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OPINIÓN | Carlos Jaico: "¿Quién es el corruptor, la sociedad o el ciudadano?"

corrupcion
05-03-2020

La corrupción en los más altos niveles empresariales, judiciales y políticos, lleva a la pregunta de saber si es la sociedad peruana la que está enferma e inocula el veneno de la inmoralidad a sus ciudadanos, o es el ciudadano en su individualidad y antivalores que influye negativamente en nuestra sociedad.

En todo caso, corrupto y corruptor actúan desde una óptica personalísima, donde su “yo” es el inicio y fin de todo. Nada ni nadie importa, mostrando en su accionar extrema ambición y excesivo egoísmo.

Este individualismo asume que habrá víctimas como consecuencia, pero que ni la justicia ni menos el reproche social detendrá. Así, ¿le importó al empresario que la carretera o puente se desplomen con las primeras lluvias y causen víctimas? ¿Asumió el 'Club de la construcción' que la repartición de licitaciones entre ellos significaba la muerte de las pequeñas constructoras? ¿Le interesó saber al expresidente que su coima significaba sobrecosto de la obra pagada por todos los peruanos?

Es así que hemos llegado a un punto en que la inmoralidad de algunos ciudadanos influencia a la sociedad -la plata llega sola-, y esta a su vez lo refleja en norma social -roba pero hace obras-, en una constante retroalimentación. Estas conductas han permitido que se instale en la sociedad el pésimo ejemplo que imita y banaliza incivilidades y actos ilícitos.

¿Adónde puede llegar una sociedad del individualismo extremo? A ninguna parte si no es a su propia destrucción.

Anticipando los efectos del neoliberalismo, Reinhold Niebuhr en su libro “El hombre moral y la sociedad inmoral - Un estudio de Ética y Política” (1931), planteaba que el comportamiento de las naciones se ve condicionado por las debilidades de sus ciudadanos consecuencia del individualismo. Así, el egoísmo ahonda la desigualdad y las injusticias en la sociedad. Este sería el neoliberalismo a la peruana y su economía de mercado que olvida lo social, con un Estado débil y manejable en beneficio de unos cuantos.

En este tipo de sociedad, la moral colectiva tiene dificultades para nacer y mantenerse, porque para eso sería necesario que se asuman las responsabilidades individuales. Y en el Perú, por ejemplo, ninguno de los expresidentes, alcaldes, congresistas o gobernadores han admitido algo de sus flagrantes actos de corrupción.

Esta es la crisis que nos plantea el individualismo neoliberal. El trabajo ahora es salir de la inmoralidad de esos cuantos, y lograr que la ética social confluya hacia una sociedad con desarrollo sostenible, justicia e identidad social.