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OPINIÓN | Carlos Jaico: nuevos liderazgos para el Perú del Bicentenario

Los responsables del disfuncionamiento de nuestras instituciones aún permanecen en el poder, por ello debemos renovar a los lideres de nuestro país.
caja-de-la-Onpe
18-04-2019

En las elecciones del 2016, la baja votación obtenida por los partidos llevando a algunos a perder su inscripción, podría explicarse por el desgaste normal que conlleva la actividad política. Sin embargo, desde el punto de vista del liderazgo, otros elementos vendrían a explicar la caída de los conocidos como partidos tradicionales.

Una primera característica es la desaparición de la circunstancia que los llevó al poder. Este momentum tiene un tiempo de inicio y fin, que el líder debe saber identificar. No obstante, ¿sabrán identificar el fin de su liderazgo? Por razones que les son propias, algunos partidos no vieron que la influencia de sus candidatos había decaído o desaparecido. Sin aceptarlo, insistieron tratando de mantenerse vigentes pese al paso de sus circunstancias y con los mismos actores. De manera general, esta situación hizo que la emoción de quienes rodeaban al líder también decaiga, de manera directamente proporcional a la influencia que ejercía en su apogeo.

Una segunda característica es que cuando la influencia del líder decae, se genera un vacío de poder y desconfianza, dando paso a la conflictividad por sucederlo, o la búsqueda de su reemplazo.

Una tercera característica, es que la ausencia de liderazgo en el tiempo puede verse acelerada por la súbita desaparición del líder. Por estar solo a la cabeza, su ausencia causará inestabilidad en la organización. De esto se desprende una cuarta característica: este tipo de liderazgos rara vez preparan su sucesión, dejando en el abandono a quienes los siguen. Y es que el líder en su versión caudillo, va pocas veces unido al empoderamiento de sus colaboradores. Al no crear nuevos liderazgos, los partidos enfrentan un problema de sucesión. Sin nadie para continuar, la crisis partidaria es inevitable.

Asimismo, una quinta característica es que usan de mesianismo y mitomanía. Tienden también a desarrollar un culto a la personalidad, tomándose por personajes históricos o de leyenda. Esto los hace vivir en una realidad paralela, alejándose de sus seguidores. En ese contexto, unen la demagogia, manipulación, acumulación de poder y arribismo.

Responsables del disfuncionamiento de nuestras instituciones y, a pesar del paso del tiempo, este tipo de liderazgos aún subsisten. He ahí la gran tarea de renuevo y misión de los partidos políticos del Perú. Tarea que debe llevarlos a generar canteras de líderes con visión y convicción, que asuman la noble labor de construir en democracia.