16/12/2021 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
De acuerdo a Aristóteles, la práctica de la moderación es la base de la felicidad y esta es meta y fin de la moralidad.
Siglos después, Thomas Jefferson, refiriéndose a George Washington, dejó en claro que fue su moderación la que garantizó que la Revolución Americana cumpla sus fines de consagrar la libertad, a diferencia de otras revoluciones que, al no moderarse, trastocaron sus fines y establecieron regímenes de terror.
La praxis política, con mucha frecuencia, nos da claros ejemplos de lo poco que se valora la aplicación de esta virtud. Por ejemplo, en campañas políticas predomina la diatriba, la difamación por sobre las propuestas e ideas. Peor aún, parecería que estos estilos resultan recompensados electoramente, debido a que los políticos con formas moderadas, son percibidos como tibios o de endebles convicciones.
Sin embargo, es fundamental poner de relieve que cuando esta lógica destructiva continua o se acentúa, se afecta gravemente a la institucionalidad y gobernabilidad. También se incrementa la desconfianza en el valor y utilidad de la democracia. En otras palabras, la sociedad se polariza, se hace desconfiada y se fortalecen posturas caudillistas o mesiánicas. Ejemplo son los constantes conflictos políticos y sociales los cuales, lejos de disminuir, se multiplican a lo largo y ancho del país.
Por ello, es urgente que los actores políticos comprendan que construir un país viable y desarrollado requiere, necesariamente, construir consensos en base a un dialogo franco y directo, priorizando los proyectos más relevantes que el país necesita. Por otro lado, quienes, priorizando, agendas personales o partidarias, continúan con discursos de odio y revanchistas deberán asumir la responsabilidad de las crisis que sus actos y palabras generen.
Además, desde hace muchos años, nuestro país necesita que sus líderes pasen de la competencia a la construcción, de la confrontación al consenso. Ellos deberían encontrar en la moderación precisamente, el control o dominio de sus pasiones.
Porque no hay otra manera de construir república sin encuentro, sin diálogo. Es así que las políticas de conciliación y reconciliación, son el punto de partida para conseguir una democracia moderna, consolidada y competitiva que, aunque parezca una obviedad, es sin duda uno de los mayores retos para la sociedad.
Para lograrlo, la virtud de la moderación es necesaria la cual permite construir dichos cauces y tender puentes pensando en la estabilidad política. Esa es la responsabilidad histórica que fluye de la colectividad organizada, haciendo de nuestra nación algo mejor, con responsabilidad y generosidad.
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