OPINIÓN | Carlos Jaico: por el liderazgo de la mujer en el siglo XXI
Según el INEI, las mujeres lideran el 52.9% de empresas creadas en el 2018. Esta cifra alentadora viene a disminuir la brecha entre hombres y mujeres que deciden emprender. Refleja también su posicionamiento en nuestra sociedad, haciendo que las barreras a su inclusión vayan cayendo día a día.
Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Simone de Beauvoir, en “El segundo sexo”, analizaba la situación de las mujeres a lo largo de la historia y concluyó que las mujeres no nacen, se hacen. Planteaba también que la mujer es un producto cultural que se construye socialmente a lo largo del tiempo. Tarea aún más difícil si consideramos, como lo escribe Michelle Perrot en “Mi historia de las mujeres”, que la mujer ha debido integrarse en modelos sociales concebidos por hombres para hombres. Pese a ello, la mujer de esta década se afirma y expresa su personalidad. Compite en medios masculinos impulsándola a prepararse mejor, a osar y elevar cada vez más sus objetivos. En ciertos casos, sin mayor experiencia empresarial o estudios superiores, construyen emprendimientos de éxito, con solo 26% de índice de fracaso, según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Esto demuestra también su fortaleza emocional y motivación para emprender, allí donde muchos hubieran preferido no hacerlo.
Este camino ha permitido que hoy la nueva generación de mujeres rompa paradigmas y, según el Ministerio de la Producción, lidere 1.3 millones de micro y pequeñas empresas. Esta cifra es loable si contamos las dificultades que deben hacer frente como, por ejemplo, el hogar, la maternidad, el acceso a créditos, entorno empresarial, modelos de negocios, patentes o tecnología para sus productos.
Porque, como escribía Víctor Hugo en “Los Miserables”, “una mitad de la especie humana está fuera de la igualdad, y debemos hacerla entrar: dar como contrapeso al derecho del hombre el derecho de la mujer”. De allí que sea imperioso fomentar el cambio cultural para que la mujer, liberada del machismo tradicional y los estereotipos, abra nuevos espacios que le permitan prosperar social y profesionalmente, en uso de su libre albedrío. Es aquí donde su empoderamiento rima con la esencial inversión en educación, a la que debemos sumar el cambio de mentalidad para la igualdad de oportunidades, a fin de que se consolide como fuerza productiva en todos los campos del desarrollo.
Esta es la gran tarea de todos los peruanos. Este es el gran objetivo para el Perú del siglo XXI.