24/11/2021 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El mito de la caverna de Platón (La República, Libro VII) es un diálogo en el que Sócrates pide a su hermano Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros encadenados al fondo de una caverna. En la oscuridad, ellos toman por realidad las sombras proyectadas por una hoguera a la entrada de la caverna. Sin embargo, un prisionero logra salir y comprende que han vivido una realidad distorsionada por las sombras. Decidido, vuelve a la caverna para contar la realidad que vivió y liberar a sus compañeros. Él les explica que están encadenados mentalmente a sombras, pero sus compañeros de infortunio no le creen. Piensan que está equivocado. Peor aún, su regreso no alegra a nadie.
Hoy, siglo XXI, que vivimos la ficción de la televisión, el mundo virtual de las redes sociales, atiborrados de tecnología que aleja en lugar de acercar olvidando el mundo real, ¿nos diferenciamos socialmente de los prisioneros de la caverna de Platón? Muy poco. La superficialidad de la sociedad líquida ha hecho de las sombras una necesidad. Nos han acostumbrado a la apariencia, al ruido, al chisme, a la contaminación ambiental, a la corrupción, a la violencia contra la mujer o a la inseguridad haciéndolos parte de lo cotidiano, lo normal.
¿Existe por tanto en la sociedad la necesidad de despertar? Posiblemente sí, pero muy pocos lo aceptarían dadas las condiciones actuales. Sin ya prácticamente capacidad de asombro, se vive un síndrome de Estocolmo social, donde se admiran los antivalores y se protege con rejas una sociedad que con sus sombras subyuga y adormece. Pensamos lo que otros necesitan que pensemos. Y en esta arraigada costumbre, ¿quién osa decir que estamos siendo engañados? Para Platón, solo le queda al ciudadano la responsabilidad de educarse (del latín educere, guiar fuera de), para salir de la caverna del desconocimiento hacia mejores mundos y alcanzar el bien conforme a la razón. Pero son los poderes públicos del Estado los que tienen la responsabilidad de hacer de la educación uno de sus pilares básicos: una educación pública, universal y de calidad que logre dotar a la ciudadanía de las herramientas necesarias para su desarrollo. La educación es sin lugar a dudas uno de los factores que más influye en el progreso y en el avance de las sociedades y las personas. La educación enriquece y fortalece nuestros valores y la capacidad crítica y de discernimiento logrando sociedades más libres, justas y equilibradas, por tanto, afianza todo lo que nos debería caracterizar como seres humanos libres.
◼ Más de Carlos Jaico:
OPINIÓN | Carlos Jaico: "Ética y política para un buen gobierno"
OPINIÓN | Carlos Jaico: "¿Reforma tributaria sin reforma del Estado?"
OPINIÓN | Carlos Jaico: "Protección del denunciante ético: el caso Imarpe"