30/04/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
John Maynard Keynes, en el prefacio de su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) precisaba que, “Las ideas aquí laboriosamente expresadas son extremadamente simples y deberían ser obvias.
La dificultad radica, no en las nuevas ideas, sino en escapar de las viejas ideas que ramifican, para quienes hemos recibido la misma formación, en cada rincón de nuestras mentes.” Keynes hablaba de la necesidad de avanzar más allá de las teorías neoclásicas en materia económica, luego de la crisis de 1929.
Básicamente, no recomendaba que el Estado intervenga en toda circunstancia, pero si, de manera cíclica, para apoyar la demanda y estimular la inversión.
Así, la intervención del Estado vendría a restablecer los equilibrios necesarios para la economía, preservando la autonomía de la empresa privada. Precisamente, ahora que avanzamos hacia el fin de la cuarentena, las medidas de contención demostrarán su efectividad para aplanar la curva del Covid-19.
Sin embargo, el impacto económico es otra batalla que deberemos afrontar lo cual lleva a preguntarse, ¿qué habremos aprendido de esta lección? Y es que por estos lares, se ha preferido un Estado a talla liliputiense, usado como medio para dilapidar el dinero de todos los peruanos en corrupción y burocracia.
En esas circunstancias, ¿se puede exigir más a un Estado con instituciones débiles? Al parecer muy poco y no se contó con que este virus vendría a desnudar la cruda realidad de la salud, la educación, la agricultura, la informalidad o la ciencia y tecnología.
Pese a todo, ese mismo Estado debilitado, al que tanto hoy se le exige, permite asegurar la cadena de pagos del sector privado con un rescate financiero, las políticas de redistribución con los bonos familiares, o que el Banco Central de Reserva -a pedido del ejecutivo- reduzca su tasa de interés a 1.25%, favoreciendo la inversión y el consumo interno.
Al parecer, revivimos las teorías de Keynes cuando la necesidad apremia, imitando peligrosamente la fábula de la cigarra y la hormiga: durante el verano la primera vivía cantando sin preocuparse de nada y la otra trabajaba y ahorraba provisiones.
Ya imaginarán ustedes, quién de las dos sobrevivió el invierno. En suma, en el Perú se ha vivido con neoliberalismo en verano, dejándole el invierno a Keynes.
Y no podemos seguir así. Que esta crisis sea la oportunidad para consolidar el rol del Estado, como ente fortalecido y previsor, con sólidas instituciones. De no hacerlo, la próxima pandemia nos hará ver como la cigarra, pero esta vez sin la hormiga a quien recurrir.