OPINIÓN | Carlos Jaico: Junta Nacional de Justicia: ¿qué enseñanza nos deja el examen de conocimientos?
Ha sorprendido que solo 3 de 104 abogados aprobaran el examen de conocimientos para la Junta Nacional de Justicia. Al parecer, estos resultados han venido a demostrar algo más profundo en el ámbito jurídico: la crisis en la enseñanza universitaria del Derecho, tanto en pregrado como en posgrado.
De manera particular, se exigen maestrías a los candidatos. Sin embargo, para la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), una maestría o doctorado de una universidad prestigiosa, nacional o extranjera, valen lo mismo que haberlos hecho a distancia o en una universidad poco reconocida. El nivel de exigencias influye en los conocimientos, pero esto SUNEDU no lo toma en cuenta. ¿Qué hay de las publicaciones académicas de los candidatos? Pensar el Derecho desde su función social y ser referenciado doctrinalmente, es un indicativo de la valía del jurista. La importancia de este requisito fue dejada de lado.
De manera general, ¿qué está pasando para fallar un examen con 40% de preguntas de conocimiento básico? Un indicio de respuesta sería que los estudios de Derecho se han abocado más a la parte procesal, dejando de lado su parte filosófica, útil como fundamento jurídico y moral de la sociedad. No se sorprenda entonces si conoce abogados versados en el tema procesal, pero poco interesados en la reflexión ética de las leyes que cita. Poco atentos al impacto en quienes los ven y copian, son fervientes oradores en los medios de comunicación. Pero, ¿qué interés hay en defender un expediente fuera de los tribunales? Ninguno. Se confunde la asesoría legal con la de defensor de la moral del cliente, otorgándole certificados de buena conducta. Y no debería, porque su labor se circunscribe a la defensa de un expediente, dentro de una tipificación legislativa. Esta particularidad es la que le permite, sin problemas de conciencia y con la misma vehemencia, defender hoy al agresor y mañana a la víctima.
Catón, llamado El viejo, definía al orador -abogado- como un hombre de bien, hábil en el arte de hablar (Vir probus, dicendi peritus). Él anteponía la virtud a la facilidad discursiva. Veía en el abogado aquel ciudadano conocedor de las leyes y la jurisprudencia, pero también asiduo discípulo de la inteligencia de la humanidad.
Es esta visión la que ha permitido al Derecho, procurar seguridad y estabilidad a las sociedades. Hoy, es esta la visión a la que debe llegar la enseñanza del Derecho, como disciplina y profesión.