Opinión | Carlos Jaico: Los herederos del Cambalache
Cambalache es un tango escrito por Enrique Santos Discépolo en 1934, cuya letra logró fama mundial por tocar un tema muy común a nuestras sociedades. Casi cien años después, la letra de Discépolo sigue siendo un clamor al entendimiento porque, cuánto podemos haber evolucionado desde esta frase si: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador...” Al parecer muy poco. Y es que la desintegración de los ideales de país, en la que se sustenta la alicaída democracia criolla, ha fomentado la presencia de ladinos e intrusos, atraídos por el oropel y la fastuosidad que para ellos ofrece el poder.
Si hace tres décadas se sabía quién era el ladrón -de riquezas y esperanzas-, o el que había lucrado por su cercanía al poder, hoy todos los bordes políticos están concernidos. Como si el cáncer de la inmoralidad y la corrupción hubiese hecho metástasis, cubriendo lo poco de decencia política que quedaba.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Opinión | Carlos Jaico: ¿Cuál es el perfil de la corrupción?
Nuestra sociedad no ha desarrollado sus defensas morales, tanto como para rechazar las conductas antisociales, o buscar perfiles que representen ideales nacionales. Parecería que la educación mediática ha creado antivalores aceptados en sociedad, sin exclamarse “¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!; cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”. De allí que no nos sorprenda ver al delincuente con restricciones en compañía de sus defensores, pasear su figura en canales de televisión, radios y todo medio que les permita destruir lo poco de verdad a la que tenemos derecho. Este continuo martilleo de lo ilegal, haciéndolo pasar como algo banal, pretende hacernos creer que: “Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros”.
Comprensible situación, si es que en las mentes se ha creado desde muy pequeños que no existe la solidaridad, o que el Estado es un ser indolente y un botín, al que no le duele ser saqueado. Así, al no avanzar nuestra sociedad se encuentra arrastrando un pasado nostálgico, viviendo un presente imperfecto y un futuro con ansiedad. Con cierta razón, el tango avizoraba los inicios del “siglo veinte, cambalache problemático y febril. El que no llora no mama y el que no afana es un gil.”
El ciudadano honesto es visto como una rara excepción, caminando entre la frustración y la tanguedia, murmurando “No pienses más, sentate a un la'o. Que a nadie importa si naciste honra'o”.
MÁS NOTICIAS EN EXITOSA: