OPINIÓN | Carlos Jaico: Comunidad y sociedad: ¿cuál es la voluntad del pueblo peruano?
En países que conocen el desarrollo, hombres y mujeres han trabajado en función de una visión de país, unida por una voluntad de acción. En otras latitudes, la realidad muestra que los recursos naturales, energías positivas o buenas intenciones no bastan para salir del subdesarrollo. De allí que, cuando los ciudadanos no cuentan con objetivos y misión conjunta, no avanzan, poniendo en peligro la misma sociedad en la que viven.
En 1887, Ferdinand Tönnies planteaba en su obra Sociedad y comunidad, que en la comunidad, la voluntad y los intereses, tanto del grupo como del individuo son idénticos, mientras que en la sociedad, cada uno actúa en función de sus propios intereses, los cuales tienen prioridad absoluta. Así, las sociedades desarrolladas habrían hecho la transición de comunidad a sociedad, manteniendo los elementos fundamentales de su identidad.
En esta década, los altos niveles de corrupción, bajos niveles en educación, crisis en el sistema de justicia y salud, inseguridad, altas tasas de informalidad, con el consecuente desapego de las instituciones, y rechazo de la política indican que el Perú camina sin una voluntad común, casi flotando en el consuelo cotidiano de la sociedad de consumo. Peor aún, el contrato social que al menos debería unirnos, hoy va desapareciendo.
Y es que el Perú aún no ha identificado y asumido su momento histórico para iniciar el tránsito de comunidad a una sociedad de intereses comunes. Un momento importante pudo haber sido la Independencia en 1821, ya despojados del colonialismo español. Otro pudo ser la Guerra del Pacífico que nos unió por la necesidad de repeler al invasor. Incluso, el fin de la dictadura militar o la caída del fujimorato. Sin embargo, la historia muestra que estos momentos no nos han unido en una voluntad-país. Al contrario, la lealtad individual hacia la comunidad sigue siendo un elemento ausente en nuestras relaciones sociales. Los intereses personales o grupales siguen primando, y “ser peruano” sigue siendo episódico y tangencial. Porque, pasada la emoción el pueblo peruano vuelve a su cotidiano, socialmente distante.
En suma, queremos ser sociedad sin haber construido las bases de la unidad nacional, sin consenso etno-cultural, sin valores o sin haber hecho el necesario vínculo entre responsabilidad individual y sociedad.
Buscar nuestra identidad y voluntad como país es la primera tarea de todos los peruanos, para que el Bicentenario sea el punto de transición entre la sociedad que todavía somos, y la comunidad de intereses que ya deberíamos ser.