OPINIÓN | Carlos Jaico: "Ana Estrada: del derecho a vivir y morir dignamente"
Afectada desde los doce años de polimiositis, enfermedad incurable y degenerativa que deteriora sus capacidades motoras, Ana Estrada, hoy de 43 años, pide de manera consciente e informada, que se le permita morir de manera asistida.
Países como Suiza, Holanda, Luxemburgo, Bélgica o Colombia (que la considera un derecho fundamental), han integrado en su legislación el derecho a morir dignamente. España acaba de admitir a trámite la Ley de Eutanasia y el Perú, por su parte, prohíbe el homicidio piadoso en el artículo 112 del Código Penal.
Así, nuestro ordenamiento jurídico protege la vida, la cual puede prolongarse hasta el final por la gracia de la longevidad o tratamientos médicos adecuados. Sin embargo, ¿qué pasa si las enfermedades incurables o degenerativas vuelven insoportable la vida misma? La medicina podría ayudar hasta cierto punto pero, ¿es deseable prolongar el sufrimiento al límite del ensañamiento médico?
La eutanasia activa -o muerte asistida- plantea la cuestión de la autonomía de la voluntad del paciente y su decisión de morir, cuando considera su vida indigna e inaceptable en esas circunstancias. El debate no es nuevo y ya Seneca advertía a su discípulo Lucilio (Cartas a Lucilio, N° 58), “pero si el cuerpo es inepto para sus oficios ¿por qué no ha de ser necesario sacar el alma del trabajo? Y aun, puede ser que convenga hacerlo antes de que lo deba, no sea caso que cuando lo hayas de hacer, no puedas”.
Seneca habla de la decisión autónoma sobre el deseo de morir, cuando obedece a la voluntad personal, clara e indudable. Ana lo viene pidiendo de manera repetida, desde aquel día en que fue internada en el hospital. Siendo así, convendría preguntarse si su decisión afecta o le hace algún daño a alguien o a la sociedad. Más allá del dolor natural que su decisión cause a su entorno, su decisión no atenta contra algún derecho individual o colectivo. Así, como ser libre e independiente, su deseo es compatible con la vida en sociedad, desde el momento que esta no perjudica a los demás (Principio del daño, in John Stuart Mill, Sobre la libertad, cap. 1).
Sin duda, el combate de Ana trasciende la defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad, haciendo de su decisión una lucha contra la indiferencia y la condena de sufrir sin descanso. Gran lección de vida Ana.