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OPINIÓN | Borka Sattler: "Débil y crudamente"

la-dee
30-01-2020

El desgarro de la mente hasta las últimas fibras se encuentra en esta novela corta de Ariana Harwicz. (Buenos Aires, 1977). Solo tiene setenta y cinco páginas y es tan fuerte que hace temblar el papel. Esa palabra que acoge, defiende y une, que es “Hogar”, es desbaratada pues el concepto de hogar puede ser una cárcel con rejas y barrotes que inculpan y no dejan vivir.

La débil mental de Ariana Harwicz es un testimonio que empuja a pensar. El tema va en la sórdida relación que puede existir entre una madre y una hija.

La autora, en un espacio cotidiano y bucólico, hace de esta narrativa, casi poética, un conjunto de sensaciones que llegan hasta la enajenación. La energía de las palabras sobrepasa la imaginación y redunda en un resultado irracional. Mas la maestría de Harwicz, va avanzando en el relato mezclando el presente y lo pasado.

Exceso de dependencia entre la madre y la hija, odio y amor entre ellas, celos de una y otra que redundan en rivalidades y una convivencia cotidiana nefasta para subsistir. Un despiadado relato que estremece. Seres que no aman. No les enseñaron a amar, solo buscan el placer y la conveniencia para seguir en la vida, desconfiando de todo fuera del hogar. Una herencia que las abrasa y las sofoca.

Se recorren las vivencias y se quiere justificar a cada uno de los personajes, pero los dos, madre e hija, son uno mismo, es tanta la unión en el existir que las vuelve un solo ser.

La obra de Harwicz, quien reside en Francia desde el 2007, ha obtenido el premio a 'Mejor libro del año' por el diario La Nación y ha sido adaptada al teatro y traducida a diez idiomas. Me es difícil recomendar esta novela La débil mental pues puede herir conceptos, pero es necesario abrir la mente.

La erudición en las palabras de esta escritora da delicia de leer y recorrer espacios oscuros para despejar las sombras de lo que es la humanidad, sin sentirnos cómplices ni jueces, pero reteniendo en nosotros la moral. El desborde de pasiones se tiene que controlar, pero estamos hechos de barro con el suspiro de Dios. Sabe el destino que cuando nos hicieron, en algunos casos, sopló un viento y el suspiro se desvaneció.

Ariana Harwicz, cómplice sudamericana en la expresión, todos mis respetos por tu valentía y quisiéramos seguir tus próximas obras literarias, pues son voz.