OPINIÓN | Ántero Flores-Aráoz: "Vacunas y turismo"
El tema de las vacunas, como elemento de prevención al COVID-19 y sus diversas variantes, en el Perú ha generado muchas discusiones y posiciones antagónicas, sobre todo respecto a la posibilidad de que ellas puedan ser importadas y administradas por particulares.
Por un lado, el gobierno central ha manifestado que solo el Estado las podrá adquirir y, por otro lado, gran parte del sector privado está presto a adquirirlas y ayudar en su distribución e inoculación.
A su vez en el sector privado hay empresas que desean importarlas directamente para ponerlas sin costo a sus trabajadores y familiares, así como en las comunidades sobre las que tienen relativa influencia, por su localización cercana a sus centros laborales. También hay en el sector privado quienes pretenden importarlas para su comercialización, amparados en la libertad de mercado que nuestro sistema jurídico permite.
Bueno pues, la Ley 31091, publicada el 18 de diciembre del 2020, permite la adquisición, distribución y disponibilidad de las vacunas “...en el ámbito privado....”, pero no se podrá contrariar las normas legales sobre especulación a que se refiere el artículo 234 del Código Penal.
La permisibilidad a que se refiere el párrafo anterior, no exonera de los registros y autorizaciones de la autoridad sanitaria, que en este caso es Digemid, y que todos sabemos que en la práctica es un freno, por ser un trámite que está dentro de los más dilatados y que bien podría dejarse de lado si por norma administrativa, se otorga permiso automático para las vacunas que ya hayan sido registradas y aprobadas en países estrictos en sus controles sanitarios y farmacéuticos.
Francamente no se entiende la actitud gubernamental de no permitir la importación privada de las vacunas, cuando fue quien promulgó y publicó la Ley 31091, con lo cual estimuló la pretensión de los privados de importarlas.
Para adquirir e importar las vacunas por privados, se requiere que los fabricantes y los gobiernos de los países de su procedencia, estén dispuestos a proporcionarlas, pues si esa voluntad no existe, es imposible la importación.
Pero asumamos, que hay voluntad en los países productores de las vacunas para exportarlas y, de ser el caso, las que adquieran los privados disminuiría la cantidad de dosis que el Estado gestiona comprar, con notorio ahorro para el erario público.
Más aún, se podría adquirir más vacunas por los privados para ser comercializadas a extranjeros que vengan al Perú, lo que además ayudaría a la reactivación económica, sobre todo del sector turismo, por la ocupación de establecimientos de hospedaje, traslados a circuitos turísticos, restaurantes y adquisición de artesanías, entre muchos otros productos.
Los Estados Unidos de América están permitiendo la vacunación a extranjeros no residentes y sabe que con los gastos colaterales que ellos realizan, se colabora en la recuperación de su economía. Por algo el país del norte es líder en el mundo por su pragmatismo, que bien podríamos imitar sin mayores esfuerzos. Ojalá se le ilumine la mente a nuestros gobernantes.
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