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OPINIÓN | Antero Flores-Aráoz: Sin recutecu

No te pierdas la columna de Antero Flores-Aráoz.
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08-10-2022

Para quienes creen que el fin de semana estuve en Chincha, disfrutando como espectador de los bailes criollo-negroides tan apreciados en nuestro país, están en un error, una pena, pero no vi los quiebres de dichos bailes, el recutecu, la gracia de los bailarines (comprensivo de damas y caballeros, para no estar en esa tontería de estos raros tiempos en que se señalan diferenciadamente a los y a las), la coquetería en el Festejo, el Alcatraz o la Zamacueca, entre otros bailes, sin llegar a expresiones duras ni a piropos que rayan a impertinencia cuando no a acoso.

Dejando atrás las bondades de los bailes a los que nos hemos referido y girando hacia la política peruana, observamos la falta de recutecu, de la gracia en gestos y expresiones, de la cortesía y buenos modales.

Los cuajados en años, recuerdan la clase y altura de caballeros en la actividad política, como fueron los contendores a la alcaldía de Lima Jorge Grieve y Luis Bedoya Reyes o, el gesto cívico y caballeresco de este último en la Asamblea Constituyente de 1978 cediéndole a Víctor Raúl Haya de La Torre la presidencia que le había sido ofrecida.

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En las diversas tiendas políticas representadas en el Congreso de la República se encontraban diálogos ingeniosos, gracia en el decir, pero no insultos ni agravios. Era delicia escuchar entre los apristas a Andrés Townsend, Ramiro Prialé, Luis Alberto Sánchez, Bertha Gonzales-Posada, y Armando Villanueva.

Entre los social cristianos a Ernesto Alayza, Mario Polar, Héctor Cornejo Chávez, Celso Sotomarino o Antonino Espinoza. En el grupo de izquierdas, que en las calles no se caracterizan ni por sobriedad ni por buenas maneras, teníamos siempre a un educado y gentil Rolando Breña Pantoja, a un respetuoso pero firme César Barrera Bazán. En Acción Popular a Javier Alva Orlandini, Valentín Paniagua Corazao, Bertha Arroyo de Alva, Sandro Mariátegui o Ricardo Monteagudo.

Por supuesto que no llegaremos a decir: “Qué tiempos aquellos”, pero si destacar las diferencias con el presente, en que hasta en la vestimenta vemos excesos y defectos, salvando por cierto a quienes siempre están pulcramente vestidos. Contraen matrimonio bien vestidos, pero a ceremonias congresales van como si fuesen a la pichanguita del barrio, o se expresan en forma inadecuada.

Las expresiones de los más cercanos colaboradores del presidente/profesor, salvo honrosas excepciones, tampoco se quedan atrás. Hasta la saciedad escuchamos frases toscas, cuando no chabacanas y, obviamente con ellas será muy difícil lograr los deseables consensos para que el país funcione para bien, mirando un futuro promisor y no direccionándonos al despeñadero.

También en la prensa, cada día somos testigos de palabrotas e insultos, con lo que se quiebra el mutuo respeto y difícilmente se hace docencia, que es una obligación también de los comunicadores, en que los hay muy bien educados y no por ello carecen de la atención de sus lectores, oyentes o televidentes.

Tenemos que regresar a las buenas maneras para entendernos. No se puede conciliar con garrote verbal.

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