19/11/2022 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Desde muy niños nos enseñaron que el lenguaje era para comunicarnos entre los seres humanos y para entendernos. Con el correr de los años la enseñanza de tal disciplina se fue ampliando y además de las reglas gramaticales y ortográficas, fuimos entrenados en la debida construcción de las frases y hasta en las reglas de urbanidad para el lenguaje.
Quienes tuvimos el lujo de tener en la universidad a profesores de lenguaje como Luis Jaime Cisneros, Jorge Puccinelli, Washington Delgado o José Miguel Ovedo, aprendimos que en el lenguaje y formas de expresarnos podríamos hasta encontrar la afectividad, sea como expresión de cariño o de fastidio, para no usar calificativo de mayor calibre.
Los que somos lectores de las enseñanzas lingüísticas y de los “peruanismos”, de Martha Hildebrandt como de Juan Alvarez Vita, hemos aprendido que tenemos que expresarnos en forma sencilla, entendible nuestro pensamiento y querencias por el más ilustrado hasta por el menos instruido.
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Hacer gala de lenguaje afectado, muy elaborado, alambicado y hasta pedantemente expuesto, lejos de impresionar favorablemente al contertulio o al lector, lo único que se logrará es que no nos quiera volver a escuchar o cierre la página para dejar de leernos.
Se preguntarán el motivo de las anteriores divagaciones y la respuesta es para ver si se consigue que algunos operadores del Derecho, como son entre otros jueces y abogados, entiendan que lo que dicen o escriban es para que los comprendan todos y no solo una pequeña comunidad académica.
A los jueces, mejor dicho, a muchos jueces, les encantan las expresiones en latín. Es frecuente que se refieran a ellos mismos como emisores de resoluciones y sentencias como el “a quo”. Algunos se preguntarán de que se trata, otros creerán que es un error de tipeo y que probablemente se refiera al “agua”, aunque un expediente judicial no siempre es húmedo.
A los abogados les pasa algo similar, en lugar de luego de sus “otrosi”, poner la misma fecha o la fecha de arriba, les encanta la expresión “fecha ut supra”, con lo cual dejarán en la más absoluta curiosidad al lector.
Los escritos de los abogados en sus defensas, sean administrativas, tributarias y judiciales, entre otras, no solo sirven para que los lean las autoridades sino también quienes son sus patrocinados y la parte contraria, por lo que deberían dejarse de exquisiteces como las antes señaladas.
Las resoluciones y sentencias de los jueces, no solamente se leen por los magistrados superiores y los abogados de las partes, a estas últimas también con certeza les interesa y quieren entenderlas, pero por lo complicado de sus términos tienen que recurrir a los diccionarios.
A ciertos periodistas también les ha dado por hablar o escribir en difícil y ello quizás porque repiten lo que no entendieron de terceros. Peor que ello es la evidente procacidad que viene desde la gente joven que repite como el peor insulto “viejo lesbiano”. Si fuese vieja se pudiera entender, pero viejo, imposible.
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