OPINIÓN | Antero Flores-Araoz: La grandeza de ser unidos
Con absoluta franqueza les puedo contar, que no soy fanático del futbol, pero si hincha de la U desde colegial, mientras que mi único hermano, Gerardo, lo era del Municipal.
En mi hogar quien no se pierde partido alguno de importancia es Ana María mi esposa, que incluso en las interrupciones y en el medio tiempo, llama a algunos de los nietos para comentarios, que no puede hacer conmigo pues soy neófito en la materia.
En el partido entre la selección nacional y la paraguaya, ante las sonoras manifestaciones de apoyo al equipo de la blanquirroja, acompañé a Ana María a espectar el encuentro, así como también a las explicaciones posteriores de los entendidos e imágenes jubilosas de quienes concurrieron al estadio y, de los acompañantes al ómnibus que trasladó a la selección al campo de José Díaz.
Confieso que lo que más cautivó mi atención, fue la leyenda pintada en el bus de la selección: “LA GRANDEZA DE SER UNIDOS”.
Pensaba para mi fuero interno la gran enseñanza que contenía dicha simple frase, pero de gran significación cívica.
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Además me preguntaba, cómo era posible que una contienda deportiva pudiera unir a todo el Perú, por más importante que ella pudiese ser, como que lo fue, lo que contrastaba con la desunión que observamos en nuestros compatriotas para enfrentar los retos de la vida diaria, el futuro promisor que debería tener nuestro país, nuestro desarrollo, la defensa de nuestros recursos y su sana explotación, la necesidad de trabajar duro y parejo para elevar los niveles de vida de nuestra población, la lucha contra la corrupción y la delincuencia y en fin las tareas para tener un Perú superior como fue el sueño de nuestros antepasados.
Cuando aplaudíamos la competitividad de nuestro equipo, nos venía a la mente la desidia y el conformismo de muchísimos de nuestros compatriotas que no luchan por un futuro prometedor, que se contentan con la mediocridad, que no hacen lo adecuado para salir adelante o simplemente están en el dejar hacer y dejar pasar, esperando que el Estado les dé todo, sin esfuerzo alguno de su parte.
Creen que quienes se esfuerzan y quienes no, todos deben ser iguales, olvidando las conveniencias de la meritocracia y competencia, que las aplauden en el deporte, pero las desprecian en la vida cotidiana.
Ojalá los sectores conformistas dejaran la victimización y asumieran compromisos con el país, con seriedad y férrea voluntad, o es que esperamos que venga un Gareca a ponernos de acuerdo; a unirnos para alcanzar la victoria y elevar nuestro país al sitial que anhelaban nuestros libertadores y precursores doscientos años atrás. No hay nada gratis en esta vida como tampoco el Estado puede hacer de Papá Noel permanente.
Se requiere del esfuerzo personal, del sacrificio de hoy para un mañana mejor, de anteponer los designios nacionales a los particulares y de hacer un país del que nos sintamos orgullosos, más allá del futbol.
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