OPINIÓN | Antero Flores-Aráoz: "Falta mucho"
Desde mucho tiempo atrás, advertimos quejas por la inequidad existente en el país, en que mientras pocos tienen mucho, muchos tienen poco o nada, ante lo cual se levantan voces demagógicas y populistas que claman por la igualdad, como si todos hiciesen los mismos esfuerzos y preparación para mejorar su situación.
La igualdad, y lo repetimos una vez más, tiene que ser de oportunidades, en que todos podamos gozar de educación de excelencia y de servicios de salud de buena calidad, así como de los servicios básicos de por lo menos agua, alcantarillado y luz. La igualdad de meta es imposible y sería por lo demás injusta pues no todos se esfuerzan por igual para mejorar la calidad de vida y la de sus familias.
Cierto es que, en el último cuarto de siglo, se ha mejorado muchísimo al haberse reducido la pobreza y la pobreza extrema y al haberse incorporado a la clase media a miles y miles de familias, pero ello no basta, se requiere bastante más.
En efecto, para solamente hablar de servicios públicos esenciales, millones de personas carecen de suministro de agua desde redes públicas y, para obtenerla, pagan precios elevados, superiores a los que la tienen formalmente. En efecto, las familias a las que nos referimos compran el agua transportada por cisternas, que pocos conocen el origen de su contenido y, con probanza de que por lo general viene contaminada, con lo cual quienes la consumen pueden adquirir enfermedades, con los consiguientes costos adicionales de su atención médica y farmacológica.
El tema de suministro de fluido eléctrico, más claro: la luz, es deficitario en muchos barrios urbanos y en zonas rurales, requiriéndose por lo tanto que el Estado siga promoviendo mayor generación y distribución dejándose de lado las voces demagógicas que no entienden el tema o no quieren entenderlo.
Lo cierto es que hay descontento justificado por la falta de agua potable, y que el actual gobierno, en esta su segunda etapa, no viene cumpliendo su oferta de campaña de aumentar la dotación del suministro de agua, para que más familias se beneficien de ella, que se ha convertido, diríamos, hasta en un derecho humano, y de los básicos.
No nos quejemos cuando hay protesta social, si es que como Estado no estamos haciendo lo debido o se lo hace mal; tenemos además que terminar con el caldo de cultivo que significa la inequidad, las esperanzas frustradas, y las ofertas incumplidas.
Mientras cierta prensa nos entretiene con la justa liberación de muchas personas con prisión preventiva o el inicio de investigaciones a quienes se sospecha de perpetración de delito, o los pronósticos de resultados de las próximas elecciones parlamentarias, o ver a algunos candidatos en poses y discursos de candidazos, hay gente que clama con razón por contar con lo que constituyen servicios básicos desde hace más de un siglo.