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OPINIÓN | Ántero Flores-Aráoz: No está maduro, es podrido.

Hoy gracias a Nicolás Maduro que lo adjetiven calificándolo como maduro, será recibido positivamente, ya que la sola expresión recordará que dicho personaje está lejano de tener madurez.
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20-01-2019

Por Ántero Flores-Aráoz / Ex presidente del Congreso de la República.

Antiguamente, cuando aún podían expresarse piropos o galanterías, sin siquiera pensar que se trataba de aco­so o “expresión sexista”, era frecuente que, si una dama estuviese vestida de verde, alguien le podría decir, “si así estás de verde como estarás de ma­dura”. Tal expresión mutaba cuando quien vestía de verde era el varón y la dama señalaba similar halago.

Hoy gracias a Nicolás Maduro, para nadie en su sano juicio, que lo adjetiven calificándolo como maduro, será recibido positivamente, ya que la sola expresión recordará que dicho personaje está lejano de tener madurez, es repudiable como podrido.

No hay que ser un erudito internacionalista ni tampoco versado politólogo, para saber que el heredero y alumno del Comandante Hugo Chávez, esto es Nicolás Maduro, su­peró al maestro, pero no en buenas acciones (por cierto desconocidas), sino en ser el verdugo de lo que fuera la pujante Venezuela y de sus connacionales que huyen del país llanero. Ellos, ya no solamente en busca de oportu­nidades, que no tienen en su patria, sino para sobrevivir por la persecución que se ha encarnecido sobre millones de venezolanos, que no tienen recursos ni norte alguno y, que de ser ciudadanos de un país rico, hoy son sobrevi­vientes en una dictadura sostenida por las armas de mili­tares y policías, que solamente tiene el mérito de generar la inflación más grande del planeta.

No me voy a referir a lo que es Historia harto conocida como la exportación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) tratando de imponer su régimen autori­tario, dictatorial y policial en otros países del área, como tampoco a la mutación de un gran país petrolero en uno en que falta el combustible, la alimentación, las me­dicinas y cuantos bienes y servicios requieren los venezolanos. Pero sÍ me voy a referir a la búsqueda de solución conveniente a la crisis venezolana.

La espuria elección de Maduro, su asunción de nuevo mando presiden­cial ante el repudio internacional, la ausencia de mandatarios de otros países (salvo los similares ideológicos u otros desconoci­dos por la ONU), la orfandad de reconocimiento por otras naciones, el enojo de la OEA y de otros organismos supra nacionales, la condena del Grupo de Lima, la amenaza de rompimiento de relaciones internacionales y la orden para que sus autoridades objetadas no puedan ingresar a diver­sos países, evidentemente no van a hacer retroceder a Ma­duro, como tampoco las sanciones colectivas.

Para la vuelta de Venezuela a la Democracia se requiere más que declaraciones y amenazas, se necesita convencer a la cúpula militar y policial que sostiene a Maduro, que el régimen no es perpetuo, que no hay mal que dure cien años, que tarde o temprano se retornará a la normalidad democrática y dicha cúpula tendrá que sufrir carcelería, la que podrán evitar si se llega a un arreglo mediante el cual se haga un retorno ordenado y pacífico a la democracia.

Con su herramienta de persuasión la diplomacia tiene una tarea en ciernes, que va más allá de las declaraciones altisonantes, que hoy por hoy se agotan en su alambica­do lenguaje.