OPINIÓN | Antero Flóres-Aráoz: "En USA hay habas cocidas"
El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, fue acusado ante el Parlamento de dicho país, en lo que sería el correlato de nuestra “acusación constitucional”. En el país del norte hay dos grandes partidos, el Republicano, que es el que llevó a la presidencia a Donald Trump y el partido Demócrata, que amparó con sus representantes al Congreso, la acusación dentro del proceso del “impeachment”.
La imputación a Donald Trump tuvo que ver con el manejo de la política internacional a su cargo, específicamente con Ucrania, en que empleó las formas que le eran y son características, pechando a países, instituciones y personas, con términos no comunes en altísimas autoridades gubernamentales.
En el proceso se pudo observar que el presidente Trump fue blindado por los congresistas de su partido y que incluso se dejaron de lado elementos de probanza que en situaciones regulares pudieran haber sido atendidos. Por supuesto salió airoso del proceso acusatorio congresal y, se apresta a ir a la reelección.
Podríamos ratificar con lo visto, la certidumbre del famoso refrán que “en todas partes se cuecen habas” y los Estados Unidos de América no fue excepción, como tampoco lo son las formas “achoradas” que llevaron a Donald Trump a la presidencia, con incluso permanentes retos a otros países, cuestionamientos a tratados de libre comercio y de complementación económica y, sin olvidar, amenazas de corte de ayudas y denuncia a convenciones internacionales.
El blindaje a Trump de los parlamentarios de su agrupación política, es similar, para no decir igual, que el observado en el Congreso peruano y en los de infinidad de otros países, para excluir de las acusaciones o absolver, de ser el caso, a los integrantes de sus propias bancadas, lo que nos hace comprender que no hemos descubierto la pólvora, como algunos creían.
Donald Trump ganó las elecciones de su hasta hoy primer gobierno, entre otros méritos, porque supo encender nuevamente la llama del orgullo americano, de hacer sentir a sus compatriotas como nacionales del primer país del mundo y, que con su gestión se recobraría la importancia que antaño tuvo la Unión. El objetivo indiscutiblemente bueno, pero las formas que empleó, pues absolutamente recusables.
Mientras Trump criticaba y amenazaba a quienes invirtieran en China, sus empresas seguían haciendo maquila y fabricando desde camisas y corbatas hasta varias otras prendas en China y, sin empacho alguno, con la marca que lleva su nombre y apellido. Tamaña incoherencia.
En nuestra patria el estilo de Trump gusta a buena parte de los electores y lo hemos podido verificar en la reciente elección parlamentaria, en que quizás quienes más gritaban en ella o más imposibles ofrecían, eran los que más votos obtenían. Empero, ello no está bien, por lo que deberíamos persuadir a los electores que voten a conciencia, que conozcan los planes políticos de quienes los anuncian y que no se dejen engatusar por el facilismo del griterío. Si queremos ser un país mejor, comencemos por votar a conciencia.