OPINIÓN | Ántero Flores-Aráoz: "Aprendamos de él"
Los seres humanos que trascienden y que ocupan un lugar en la historia, por lo general nos dejan enseñanzas, que con el correr del tiempo se van abriendo paso y hacen que hasta quienes no eran sus discípulos, se conviertan en tales después de la partida del maestro.
En el caso de Luis Bedoya Reyes, no solamente nos ha dejado legado de enseñanzas, sino que además ellas son muy oportunas por el momento de su partida, en plena campaña electoral, con infinidad de candidatos y con un electorado ya cansado por las medidas para atajar la pandemia que nos afecta.
Lo digo porque para rememorar al maestro, muchos escribimos semblanzas y recuerdos, los periodistas rescatan su trayectoria y en muchos medios retransmiten discursos y conferencias, así como sus intervenciones parlamentarias. Al reproducirlos, servirá para que quienes están en campaña, puedan contrastar el pensamiento del gran líder histórico, con las propuestas de los candidatos, que por lo general son generosas con los populismos y avaras en el razonamiento.
Desde la otra orilla, la de los electores, servirán también las remembranzas de Bedoya, para que puedan discernir entre sus sólidas enseñanzas, y los populismos que estamos viendo y cotidianamente en estos tiempos de contienda electoral.
Siempre se ha dicho que el discurso de LBR fue prematuro, los ciudadanos todavía no estaban preparados para aquilatarlo, querían que el Estado les solucionase todos sus problemas y que fuera el gran suministrador de bienestar, olvidando al sector privado que es el que crea riqueza, oferta puestos de trabajo y propende al desarrollo.
Pero Bedoya no quedó en lo expuesto, compatibilizó las preocupaciones sociales con las posibilidades económicas; insistió en que para repartir riqueza había primero que crearla; nos dijo que el sector inversor tenía que actuar codo a codo con el laboral; como humanista cristiano insistió con tenacidad en el ser humano como centro de la atención del Estado y de la Sociedad; fue de los primeros en la defensa del medio ambiente y el respeto a la biodiversidad; propugnó la igualdad de oportunidades para que cada quien pudiere llegar o no a la meta, según sus esfuerzos y merecimientos; machaconamente trató sobre la justicia, yendo más allá hacia la equidad.
Fue clarísimo también en su enseñanza, de que todas las actividades productivas son perfectamente compatibles, cuando se respetan los derechos de los demás; como buen demócrata propugnó siempre el camino del diálogo y la concertación; decía que los emprendimientos deberían ser útiles para los inversores como para los trabajadores y que, para ser eficientes, sus rendimientos deberían ser capaces de remunerar adecuadamente el empleo digno, así como para sufragar impuestos adecuados.
Propiciaba que la propiedad se hiciese extensiva a todos, dándoles oportunidad para que integrasen el sector de propietarios y se generase una clase media pujante a través de la nivelación ascendente, entre tantas otras enseñanzas.
Ojalá los candidatos y los electores lo tengan en cuenta, pues no basta aplaudir y reconocer su valía, sino aprender de su magisterio.
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