10/12/2022 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Hace algunos días participé de la ceremonia conmemorativa de los cien años de la llegada al Perú de los “Hermanos de las Escuelas Cristianas” (FSC), hermanos de La Salle. Volver al colegio te trae recuerdos y por supuesto añoranzas, pero por sobre todo gratitud.
Digo gratitud pues, a diferencia de otros colegios en que recibes instrucción, esto es transmisión de conocimientos, en La Salle recibiste, además, formación. El conocimiento lo transmites porque lo tienes, pero la educación y la formación la entregas porque simple y llanamente tienes valores.
No se puede educar y formar sin valores y por ello reiteramos nuestra gratitud a La Salle. Emocionante ingresar a tú colegio y ver como creció en aulas y canchas deportivas, regresar al auditorio del tercer piso del local central para la ceremonia, que nos hizo recordar las películas que allí veíamos los sábado en la mañana en que se repetía con frecuencia “Beu Geste” (Buen Gesto). Años después pregunté la motivación de ello y recibí como respuesta que era para la estimulación temprana de la solidaridad.
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También en el auditorio se realizaban las actuaciones de fin de año, en que participaba con sus canciones el tenor Luis Alva, y cuando él no estaba, lo hacía nuestro compañero Jorge Petrozzi, con su afición rayada en el fanatismo, por la canción “Granada”.
Los domingos también concurríamos al colegio para participar en la Misa y los primeros viernes teníamos la comunión, después de lo cual desayunábamos un chocolate caliente, no muy generoso en el cacao, acompañado del tradicional “chancay”. El tesorero del colegio que era el Hermano Hipólito, recibió el mote de “Rico Mc Pato”.
Nuestro uniforme de aquel entonces era pantalón plomo y saco guinda. De otros colegios nos denominaban “chocolateros”, pero igual de orgullosos lo vestíamos. En el patio central seguía el podio, en que formábamos antes de ingresar a clases y entonábamos el Himno Nacional, bajo la conducción del prefecto de disciplina, que en aquel entonces era el Hermano Agustín, quien como siempre se frotaba las manos, le pusimos irrespetuosamente “Pilatos”, reconociendo que nos disciplinó.
El mismo patio central nos recordó la procesión anual de “Corpus Christi”, nuestros entrenamientos para el desfile escolar de cada 27 de julio en que siempre disputábamos el primer premio y, por supuesto las famosas “verbenas”, fiesta traída por los hermanos españoles en que se decía que era “para divertirse mucho y gastar poco”.
En voz baja se escuchaban los apodos de los hermanos, como el Hermano Oscar (Noé Zevallos) que en lugar de “hermano” le decían “hermono”, o como al visitador Hermano Félix, que, por su carencia de cabellera, era más conocido como el hermano “maraca”.
El Hermano Eduardo, encargado de las vocaciones religiosas”, recibió el apelativo de “gavilán pollero”. Con humor sí, pero nunca con mala fe. Los profesores no religiosos, también tenían sus apodos, recordando con afecto a los profesores Pinto, Gómez, Guardamino y al Teniente Tuesta, encargado del curso premilitar. Recordar es volver a vivir y más cuando al leer el mensaje central del centenario, él dice: “escribiendo historias, transformando corazones”. Gracias La Salle.
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