01/03/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Fue el último conflicto armado del Siglo XX entre dos naciones americanas. Fue una guerra atípica por muchos factores, se desarrolló sin que Perú ni Ecuador la declarasen formalmente. Ni siquiera rompieron relaciones diplomáticas. Mientras en Ecuador fue una movilización nacional, el Perú sólo movilizó su teatro de operaciones del norte.
Han pasado 25 años del mayor cruce de fuegos entre las FFAA de los dos países y, si uno repasa la bibliografía de uno y otro lado, ambos reclaman la victoria. Pero, como en casi todas las cosas de la vida, la victoria se mide por los resultados y no por las iniciales escaramuzas o por los ataques arteros y efectistas. Como en 1982, Ecuador inició en 1994 una infiltración de nuestra frontera en la Cordillera del Condor, que reivindicó infructuosamente pese al eufemístico tratado de “Paz, Amistad y Límites” de 1942 de Río de Janeiro, debido al boicot en la demarcación definitiva de sólo 78 de los más de 1500 kms de frontera común, precisamente en aquella zona donde la geografía de los ríos Santiago, Cenepa y Comaina dibujaban un caprichoso “dedo” que ingresa hacia territorio peruano.
Como en 1982 del “falso Paquisha”, el juego ecuatoriano consistía en la invasión temporal, la doble toponimia y el ataque a traición. Así que, si la victoria se mide por las primeras bajas, por las primeras aeronaves derribadas desde las alturas de Coangos y Cóndor Mirador con modernas misileras, con infiltraciones sobre territorio peruano, si la vindicación de la derrota del '41 se daba por emboscar y acribillar por la espalda a soldados peruanos, se podría decir con alguna pereza que esa victoria que tanto satisface hoy a las FFAA ecuatorianas fue alcanzada.
Pero luego, cuando el comando peruano toma verdadera conciencia de lo acontecido, cuando deja de mirarse en el ombligo de la ambición de poder y de lo desangelado que estaban los mandos militares copados por la política de entonces y optan por una verdadera estrategia operacional que lleve a cabo acciones militares exitosas, el invasor ecuatoriano no tuvo más remedio que huir, dejando abandonado armamento y posiciones, refugiándose en sus alturas desde donde cómodamente se entretenía bombardeando hacia abajo el territorio peruano, incluyendo el día en que el entonces presidente peruano, con clara intencionalidad política, se asomó por el frente de batalla.
¿Qué motivó que los mandos ecuatorianos, que hoy posan para la foto y cuentan historias inverosímiles, guarecieran a sus tropas de elite y mandaran al Maizal a morir a conscriptos inexpertos -y reservistas como “Chalá”- en lo que ellos mismos denominaron “el miércoles negro” (22.02.1995) sufriendo en un día más bajas que en todo el conflicto?
¿Y que motivó una nueva y clamorosa falta de decisión política peruana para bombardear las alturas de Coangos y Cóndor Mirador desde donde se ordenaban y organizaban impunemente todos los ataques sobre territorio nacional -indecisión similar a la de '82- que hubiese acabado rápida y eficazmente el conflicto con mayor contundencia al golpear al Ecuador en su propio territorio para enseñarle a no invadir nuestra frontera? Nunca se sabrá.
Pero al final sin duda Ecuador perdió y el Perú ganó largamente. No solo se cerró la frontera abierta en un pequeño tramo que era fuente anual de grandes conflictos, sino que el invasor regresó hacia su propio territorio con gran pena y sin ninguna gloria. Qué lograron las FFAA del Ecuador: nada. Qué lograron las FFAA del Perú: el cierre definitivo de la frontera donde siempre se dijo que debía ser y, finalmente, la paz duradera para ambas naciones.
La estrategia, la valentía, la experiencia en la guerra antisubversiva y la moral de nuestras FFAA nos dio otro triunfo que hoy celebramos. Ahora, en febrero de cada año, conmemoramos a los “Gigantes del Cenepa” y ya no tenemos los anuales conflictos del pasado. 25 años después son otras generaciones y otros ojos los que observan y analizan lo entonces acontecido y debemos sacar las lecciones correspondientes.
Aunque las hipótesis de guerra exterior nunca deben descartarse, no parece posible un nuevo conflicto armado internacional. Sin embargo, no por eso debemos descuidar la preparación ni el adecuado equipamiento de nuestras FFAA. La experiencia en combate real de nuestros militares en el cruento conflicto armado interno fue pieza clave en el cambio de estrategia que dio la victoria en el Cenepa. La clara incompetencia de mandos militares sometidos al poder político de entonces, que largamente privilegiaba la lealtad antes que la capacidad, trajo al inicio los primeros estragos en ese conflicto. Hubo que recurrir a un brillante y valiente Coronel de la Escuela de Infantería, que representaba la máxima “Amat Victoria Curam”, entregándole el mando de las operaciones militares, aún por delante de generales nominalmente a cargo pero probadamente incompetentes, para que ese cambio en el Cenepa diera frutos prontamente y alcanzáramos el verdadero triunfo y la paz que ahora gozamos gracias al pundonor y la sangre derramada que nuestros soldados nos prodigaron con tanta generosidad.