06/06/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
La cuestión de confianza que enfrentó a dos poderes del Estado es una ocasión imperdible para poner a debate uno de los valores más anhelados, casi nunca socializado ni apropiado.
Y es que la confianza es en sí misma el cimiento para la construcción de bienestar social, porque es un proceso que tiene lugar en relaciones de transacción. En el caso de la escuela es de tal importancia porque no hay aprendizaje significativo si no hay confianza. Por eso, más que obsesionarse por la tecnología y el enfoque de género, que tanto ha desgastado a la comunidad educativa, el objetivo de hoy debería ser cómo “aprendemos a vivir juntos”, como lo propuso el Informe Delors (1996).
Lamentablemente, nuestros tiempos están marcados por la desconfianza causante de inseguridad, miedo y vulnerabilidad. ¿No es acaso lo que vemos a diario cuando estamos en la calle? Y si le agregamos la terrible amenaza de la delincuencia e impunidad, entonces quizá reparemos en lo transversal que es construir primero la seguridad ciudadana sobre la base de la confianza.
Pero en nuestro país se ha entendido al revés. Primero la desconfianza y luego la persecución. Cualquier expresión gestual o no gestual se la tipifica como agresión o acoso. Ciertamente que hay conductas que contienen una carga ilícita que deben ser reprochables y sancionadas. En ese estado de psicosis colectiva nos están empujando a transitar por el peligroso camino de los extremos. De permisivos a draconianos. No estoy muy seguro que sea la solución a los graves problemas de violencia que nos agobian todos los días. Es más, creo que estamos combatiendo los efectos mientras las causas se eternizan. De otro modo cómo se explica que las víctimas mayoritariamente sean los niños y las mujeres. Por supuesto que los altos niveles de desconfianza tienen que ver con la salud mental tan descuidada en nuestro país.
La justificada repulsión social al Congreso y otras entidades estatales como el sistema de justicia, están directamente relacionadas con la frustración y decepción, la dialéctica perfecta para desencadenar la violencia.
Cuando los ciudadanos piden cerrar el Congreso, estoy seguro que se refieren a los congresistas, no a la institución como casa de representación del pueblo. Y es evidente que cuando se pervierte la representación y se traiciona el mandato recibido no hay otra vía que la dimisión, pero como no lo harán entonces el rechazo y censura ciudadana están justificados.
Si la escuela es el primer lugar de convivencia ciudadana, ¿por qué se la hostiga y se invade constantemente sus fueros? Es que también desconfiamos de ella. Entonces, ¿estamos condenados a vivir en la incertidumbre?