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OPINIÓN|Pedro Paredes: La vaca y el toro

“Nunca te enfrentes a una vaca, porque ella te sigue con los ojos abiertos por donde vayas. El toro te mira, cierra los ojos, agacha la cabeza, y va contra ti”
06-11-2018

“Nunca te enfrentes a una vaca, porque ella te sigue con los ojos abiertos por donde vayas. El toro te mira, cierra los ojos, agacha la cabeza, y va contra ti”. Este consejo me lo dio mi padre una mañana que fuimos en busca de un toro que solía escaparse del fundo donde él trabajaba como capataz, en Soritor, San Martín. Me adiestraba para esquivar fácilmente a la descomunal bestia y chocara contra algún muro, en caso se pusiera bravo y quisiera atacarme, tal como luego ocurrió.

Minutos antes de comenzar a escribir esta columna, recordé esas palabras mientras hacía un paseo mental de la conducta que estamos teniendo como sociedad, encarnados en aquel toro de potentes cuernos, dispuestos a acabar contra todo aquello que nos oprime. Impulsados por la furia cerramos los ojos y atacamos, sin detenernos a pensar un poquito lo que en realidad nos espera tras el impacto.

Dicho de otro modo: Vivimos tiempos que los políticos se han encargado de convertirlos en los peores de los últimos años. Estamos hartos de todos y por eso pedimos que se vayan. Hemos llegado a un nivel de cansancio abrumador que no sabemos qué futuro nos espera, o -como el toro- contra qué vamos a chocar, más aún si vemos la reciente encuesta de CPI publicada por Exitosa, en la que los políticos compiten por ser el menos malo, no el mejor.

El último muro contra el que chocamos fue Kuczynski, quien ganó las elecciones por llamar “pelona” a Fujimori, prometió que se acababa el recreo de la desaceleración económica y lo primero que hizo fue poner en bandeja al Perú con Chinchero. Renunció, pero estamos peor que con Humala; Vizcarra, hoy, sobrevive gracias a la impopularidad del Congreso, se olvidó de gobernar, al punto que la crisis laboral, de salud y educación, se van haciendo más notorias. Anda construyendo su imagen de audaz político, pero dejándonos un país paralítico.

El pueblo ya se cansó de todo esto, sin importar su color político, exige cambios urgentes. Y es en este punto donde debemos detenernos y decidir si queremos ser vacas o ser toros. Si optamos por lo segundo, podemos volver a las urnas el 2021 y -con ojos cerrados y guiados por la indignación - poner en Palacio de Gobierno a un radical que nos prometa acabar con la corrupción y fusilar corruptos, sin importarnos el destino final que nos espera. Pero si somos vacas, podemos pensar, analizar el panorama y embestir con los ojos abiertos para ser capaces de eludir las mentiras de cualquier político charlatán que encontremos en campaña.

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