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COLUMNA | Rubén Quiroz: "Actrices 2019"

luna
13-12-2019

A veces las puestas de escena en el Perú son endogámicas. Algunos directores optan por convocar a un mismo grupo de actrices quienes giran con variopintos personajes en obras que incluso tienen poco tiempo de distancia entre ellas. Salvo que sean extraordinarias en la actuación, muchas veces les cuesta despojarse de papeles previos. De ese modo, a uno le parece, que a pesar que encarnan otro personaje, son solo una continuación. Pero hay, felizmente, numerosas actrices, con técnicas depuradas o llenas también de real entusiasmo, que trabajan duramente en mostrar su talento. En nuestro país hay ya escuelas universitarias que permiten, con rigor, formarse. Por supuesto, la ENSAD es una cantera excelente. A la par, están también las pequeñas escuelas de formación teatral, que tienen un mayor enfoque en los matices actorales. Por supuesto, las obras están cada vez más lideradas también por directoras, algunas con magníficas puestas otras en camino de mejora.

Mencionaré algunas de las actrices que han sido descollantes, pero, subrayo, sin agotar la lista. Es impresionante el crecimiento de Andrea Luna, quien había destacado con Música (2018) y ahora está en nivel superlativo. En La Habitación Azul, otra vez Mateo Chiarella, sacó lo mejor de ella. Eso es lo que hace una buena dirección siempre. Dedicarse al teatro logra que esta actriz enfoque su versatilidad en obras de alta exigencia y, a la fecha, ha respondido a la altura. Es una de las mejores actrices de su generación.

María del Carmen Sirvas suele tener actuaciones brillantes. En La balada de la concha y la pastora, de mano de Eliana Fry, muestra su fuerza poética, su conciencia actoral, esa energía que deja en el escenario convencida de la verosimilitud de la historia y nos lleva también a asumirla. Para cualquier directora que tenga a bien dirigirla, se recomienda colocar actores que correspondan a su nivel. La presencia escénica de Sirvas requiere de un elenco igual de estupendo.

Una revelación es Yaremís Rebaza con Este lugar no existe de Alejandra Vieira, además de notificar sobre una temática oculta, la factura de su actuación es correcta, llena de verdad e interiorizando notablemente a su personaje. Estaremos atentos a su evolución. Por otro lado, el trabajo actoral de Gabriela Wiener con Qué locura enamorarme yo de ti, lo hace con frescura, buen ánimo y mucho qué decir. Un reconocimiento especial merece Ana Santa Cruz con Máxima, protectora del agua, que combina las herramientas escénicas para hacer pedagogía y memoria histórica, además, de fascinar a las familias que asisten a reconocer nuestros dilemas colectivos. Irene Eyzaguirre en Camasca (una obra con altibajos conceptuales) sigue siendo la asombrosa actriz que es, pero ya es necesario un papel mayor a la altura de su inmenso talento. Pilar Ochoa en Carnaval, una puesta conmovedora, mantiene la responsabilidad de las actuaciones garantizadas.

Considero que hay cada vez una más elaborada lista de profesionales actrices bien entrenadas, comprometidas, inteligentes y con visiones minuciosas sobre la ética del quehacer teatral. Es un indicador que nuestro teatro peruano alcanza mayores complejidades. El futuro escénico es inevitable.