07/12/2018 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023
Cualquiera que no me conozca podría pensar que hoy debía estar feliz. Edwin Oviedo está con detención preliminar por 15 días, pronto enfrentará la prisión preventiva y difícilmente se librará de una condena que -por la gravedad de los cargos- podría significarle pasar los próximos 10 años de su vida tras las rejas.Pero no es alegría sino desazón lo que todo esto me produce.El 30 de agosto del año 2015, cuando era director y conductor de Punto Final, le conté a los televidentes que el fiscal Juan Carrasco había llegado a la conclusión de que Edwin Oviedo no solo había violentado la ley para apoderarse de la azucarera Tumán, sino que -en el camino- había sido responsable mediato del asesinato de dos personas.No emití adjetivos, ni juicios de valor. Me limité a informar. Pero eso bastó para desatar las iras de Oviedo y, lo más sorprendente para mí en ese momento, la vergonzosa reacción del presidente del directorio de Latina, Jesús 'Suso' Zamora, arrodillándose ante el presidente de la Federación Peruana de Fútbol. Como ya lo he contado, no tenía yo idea de los grandes intereses que detrás de esa bochornosa conducta se ocultaban.
En abril del año 2015, Zamora, a nombre del fondo de inversión ENFOCA, el actual dueño de Latina, había suscrito un acuerdo “Estrictamente confidencial” (Term Sheet dice el documento) por medio del cual iniciaban una negociación para adquirir las azucareras Tumán y Pomalca del Grupo Oviedo.El acuerdo lo firmaban Edwin y Elvis Oviedo como supuestos titulares de las azucareras y Jesús Zamora por ENFOCA.Lo que estaba en juego era un negocio de cientos de millones de dólares, y por supuesto no era importante que en el camino hubiera algunos muertos, y que esas acciones pudieran estar manchadas de sangre.Business son business para algunos.Tocar a Oviedo, como yo lo hice, era poner en riesgo la jugosa operación, a la que se sumaba la negociación de los derechos de transmisión por televisión del mundial de fútbol, que Oviedo manejaba y que Zamora apetecía.De ahí para adelante todo fue, más bien, para abajo. Mi contrato fue groseramente mermado, el programa Punto Final, pese a ser uno de los más exitosos del canal y notablemente el más rentable, era cambiado de horario casi cada domingo. Junto con los recortes de presupuesto y personal, vino la exigencia de cumplir con un mínimo de audiencia de 12 puntos de rating, que hoy por hoy muy pocos en la televisión peruana logran, pero que nuestro equipo superó cada vez que lo requirieron.
El final me pasó por encima como un tren.Fui expectorado de la televisión de la peor manera y debo confesar que aún estoy en el proceso de recuperarme del golpe.El daño económico, moral y profesional fue tremendo y los responsables por ello tendrán que responder en su momento.Pero no solo ante mí sino ante los ciudadanos y ante la justicia. Porque el encubrimiento tiene muchas caras, por aristocráticas que se pretendan, y ocultar información también es un delito.No, no estoy feliz por la cárcel de Oviedo... me parece más bien vergonzoso. Vergonzoso que haya demorado tantos años en ocurrir, que hayamos tenido un presidente como Pedro Pablo Kuczynski que puso al Ejército Peruano a ocupar Tumán como si fuera territorio enemigo para cuidar los intereses de un usurpador. Vergonzosa la conducta de un Congreso que legisló con nombre propio para Oviedo no una sino dos veces. Lamentable el papel del sistema de justicia donde tuvo Supremas alfombras.Bochornoso finalmente el papel de algunos medios y de algunos periodistas, felizmente no todos, que callaron en todos los idiomas, y en algunos casos por unas miserables entradas a partidos de fútbol.
No es el de hoy un día para celebrar, es un día para jurarnos que nunca más repetiremos esta historia.