10/12/2018 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023
Que el día de ayer el Perú haya decidido con su voto sobre reformas constitucionales, es un primer paso de la consolidación del derecho ciudadano sobre el manejo de las políticas públicas, manoseadas grotescamente por mercachifles que aparecen en cada contienda electoral para cometer sus tropelías, gracias al cebo de culebra con el que destruyen el arte del servicio público.Pero la cura a la decadencia política jamás será la prohibición de reelección inmediata de parlamentarios, esa medicina puede ser peor que la enfermedad si no se hacen cambios reales que mejoren la selección de postulantes, designados en burdas y oscuras subastas de candidaturas en partidos políticos que actúan como bandas criminales o club de amigos, que buscan repartirse la administración pública atesorada como el botín de sus vidas.
Una alternativa de solución sería que, movimientos y partidos políticos rindan cuentas, obligatoriamente, de manera mensual y todos los años -como cualquier empresa-, para detectarse el ingreso de dinero sucio y lavado de dinero, con la participación directa de la Unidad de Inteligencia Financiera. El tráfico y mercado de candidaturas podrían superarse con la participación obligatoria de la ONPE y el JNE en las elecciones internas, y la detección automática de antecedentes penales y judiciales al momento del registro de postulantes.
Y, para coronar el pastel, la eliminación de la inmunidad parlamentaria o la renovación por tercios o mitades del Congreso, estoy convencido que menguarían el desastre político que padecemos cada cinco años.También vale decir que, la Junta Nacional de Justicia no va a resolver el mercado negro institucionalizado en el que se convirtieron el Ministerio Público y el Poder Judicial, vientres de muchos fiscales y jueces de elegantes trajes y con alma de 'chaveteros'. La administración de justicia debe ser sometida a un reseteo de su sistema, que rompa la cofradía de “cuellos blancos” que en todas las regiones crearon un imaginario -pero real- purgatorio de corruptos, donde los que roban y trafican con el dinero y obras públicas, pueden lavar sus delitos para luego ser bendecidos con el paraíso del archivamiento o absolución de sus denuncias.
Así que quede claro que el resultado del referéndum no debe ser tomado como el final del camino, pues frente a nosotros aún se encuentra un extenso fango de corrupción donde se hunden los que atesoran un mejor país. Cambiar el lodo por un sólido camino de integridad nos va a tomar, quizá, varias generaciones, aunque es bueno ir construyendo una senda con gigantescos muros que impidan el salto de mediocres de pequeñísima moral, pero que hacen grandes saqueos al erario nacional.