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OPINIÓN| Pedro Paredes: Carta al señor AG

Excelentísimo caballero...

11/12/2018 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023

Excelentísimo caballero

Tenga a bien recibir esta misiva, en la que pretendo hacerle llegar mi total admiración por la tan loable función pública que usted desarrolla, y por la que es cruelmente vilipendiado por la autocracia nacional, de la que, no muy pocos, estamos dispuestos a jugarle en contra.

Usted, mi honorable señor, representa ese ser mesiánico que ya quisieran tener los cristianos. Ellos apenan lo han escuchado. Nosotros, en cambio, también lo vemos, allí librando esas duras batallas contra esa nación de segunda categoría que osan enfrentársele, como aquel Vizcarra, que apenas es el encargado del reinado que usted ha dejado enrumbado como el gran paraíso de inversión privada continental.

No hablemos de su primera monarquía ochentera, que tan cobardemente fue saboteada por fuerzas imperialistas. Hablemos del heroísmo patriótico suyo, que con gran sapiencia cambió leyes con decretos de urgencia para salvar de la ruina económica al Perú. Pero ¡ay de esos malagradecidos! Que creen que usted robó dinero. Usted no tocó ni un centavo, sus mayordomos sí lo hicieron y merecen la orca ¡qué va! ¡Que sean crucificados! por traicionar su santa intención de ayudar a los más necesitados.

Dignísimo señor, perdone la osadía mía, pero ¿está usted temeroso de algo? En sus días de persecución a escondidas hemos hecho vigilias junto a su retrato, pero ya veo que no fue suficiente y ahora pediremos al cardenal, amigo suyo, una misa frente a todos los santos. Su sonrisa ya no irradia luz, pues su mirada delata el oscuro pesar de su alma. ¡Oh, gran dolor! Ojalá pudiera yo ayudarlo a recuperar su energía, para que encuentre el escape de su agonía.

Levántese señor, como el alba de cada día. Brille. No tema a los caviares, ellos no pueden con la ciencia que usted esparce a su andar, solo saben dar alaridos de “¡ladrón, ladrón, ladrón!”, sin siquiera reconocer que usted no es un vulgar hurtador de siete suelas, es la luz y guía de nuestras vidas, que robó nuestra agonía y la convirtió en algarabía, como un tal Robin Hood, que apenas en historietas existía.

Ha llegado el momento de despedirme, bondadoso señor. Anhelo que esta natividad aún lo podamos tener entre nosotros antes que sus enemigos injustamente lo apresen. ¡Oídme, por favor! evite buscar refugios en reinos traicioneros, como el oriental de Mar de la Plata, donde impíos caviares extendieron sus tentáculos, con ayuda del mentiroso Cubar. Su gran amigo Simones, me pide hacérsele llegar sus salutaciones.

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