04/01/2019 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023
El señor García anda un tanto turbado por la inestabilidad que existe en el Ministerio Público, y que acabó con su efímera ilusión de saberse protegido nuevamente de los pesados delitos cometidos durante su segundo gobierno. Quiso, el expresidente, bailar sobre la sepultura de su verdugo, el fiscal Domingo Pérez, con su brevísimo retiro del equipo especial Lava Jato, por cortesía fugaz del fiscal de la Nación Pedro Chávarry. Disfrutó don Alan Gabriel la dulce miel de la victoria del nuevo año, se creyó nuevamente bien librado y protegido. No tardó mucho en desempolvar su clásico y rancio mensaje de “A otros compraron, a mí no”. Volvió con sus poses de estadista hablando de anemia y recetas de cómo impulsar obras públicas. Levantó el ceño y ordenó al presidente que empiece a gobernar. Se atrevió a decir a los peruanos que esta crisis no es más que un circo que pronto acabará. Pobre señor García, la alegría le duró poco.
Desde que se conoció que los fiscales Vela y Pérez han sido repuestos en sus cargos, su envalentonado espíritu volvió a ser el alma en pena que deambula en los pasadizos de la impunidad perdida, como desde aquel día que en su cara le dijeron que “ahora sí será investigado de verdad”, porque los casos archivados de los que tanto se ufana, eran apenas procesos abiertos por remedos de fiscales que solo hacían un trabajo protocolar.
Imagino que el señor Alan García Pérez anda meditando una salida para su encierro territorial. Pero al girar la cabeza, se da cuenta que su aliado, el fujimorismo, está más derrotado que él. Leer la invocación hecha por la “Señora K” hacia su bancada, de apoyar la intervención del Ministerio Público, le habrá congelado su capacidad inventiva de psicosociales, como el “golpe de Estado” o el “chuponeo”, a los que ni él mismo se ha vuelto a referir.Confieso sentirme intranquilo con su ausencia. Nunca había disfrutado tanto sus intervenciones públicas como antes de que sea retenido en el Perú, pues, escuchar y leer las respuestas que recibe de millones de peruanos, lo es todo. Y no me refiero a la artillería de insultos que le llueven y hacen de él el personaje más despreciado de los últimos tiempos, sino a la dignidad y memoria que conservan todas esas personas, expresando la más profunda indignación contra el encantador de serpientes que ha perdido su artilugio, pero que ha envenenado nuestro país con la corrupción por la que muy pronto, no dudemos, comenzará a pagar.